Habla Julio Villanueva Chang
Julio Villanueva Chang, exitoso joven editor de la revista de crónicas “Etiqueta Negra”, tuvo a su cargo el cuestionario en la exposición de D.T. Max, el periodista del New Yorker y biógrafo de David Foster Wallace. La sesión fue una de las mejores del Hay Festival gracias, en parte, a los aciertos de Villanueva. Fue ocasión de hacerle aparte algunas preguntas al entrevistador.
P. ¿La crónica es un género periodístico o literario?
R. Literario. En el sentido en que tú quieres que lo que te importa le importe al resto del mundo, por tanto si el mundo antes de leer tu historia no sabía que eso existía, tú tienes que hacer un trabajo de voluntad, de entusiasmo y de conmoción, y eso significa escribir mejor que bien una historia. En ese sentido es un género literario.
P. Francois Mauriac, al escribir parte de su biografía en un libro que se llama “Escritos íntimos”, dijo que por poco que el escritor adorne la prosa, la historia que cuenta ya no es su historia…
R. Yo creo que hay gente que está confundida y cree que el uso de algunos recursos para narrar una historia es más cosmética que esencia. Yo creo que hay que darse cuenta, cuando alguien escribe “muy bien”, si ese es un impostor o es alguien que cree que eso no podría haber sido escrito de otra manera, ha podido expresar eso que quiere decir.
P. Eso depende entonces de la voluntad del lector.
R. El lector siempre es un enigma, un traidor y un infiel. Tú puedes organizar algo para que se entienda de una manera, hacer un esfuerzo de días, semanas o meses y el lector probablemente —en algunos casos por descuido tuyo, porque no has sido extraordinariamente claro, una condición para la crónica para que siga siendo periodística e importe no solamente a una mínima comunidad de personas—, probablemente hará otra cosa con lo que tú publicas.
El lector tiene generalmente una manera incontrolable de leer, y a veces se acuerda de una o dos cosas, de un solo detalle después de haber leído un texto de unas diez mil palabras. Así funciona nuestra memoria. Es traicionera, esconde, inventa, exagera. Creo que es una condición del género humano y no exclusivamente en el terreno de la escritura. Tú miras una película y al día siguiente la cuentas y es otra.
Eso no significa un posmodernismo del más barato. Eso de que los hechos no existen y todo es subjetivo…
P. ¿Cuál sería el lado periodístico de la crónica, en este caso? Se supone que el periodismo tiene que dar cuenta de los hechos lo más objetivamente posible, transmitir una verdad. Si la crónica está “literarizada” cabe la posibilidad que se deslice en la ficción.
R. Creo que ese es un problema de consciencia de cada periodista y de cada cronista. Creo que lo peor es portarse como un Comisario de Cultura o como un policía moral respecto de lo que uno pueda o no pueda, deba o no deba hacer. Es un problema de consciencia.
En mi caso y en todos los casos en que yo soy editor en “Etiqueta negra” me importa mucho que se respete ese pacto tácito con el lector para que sepa que lo que le estás contando realmente sucedió. Y si no sucedió, que le des señales para saber que es una especulación, o una suposición.
Pero creo que no son rivales la rigurosidad y la belleza. No son enemigas, cuando al margen de quien la narre, la historia es extraordinaria.
P. Ese es el otro problema, que la crónica busca casi siempre lo extraordinario. Y lo extraordinario no es de este mundo.
R. Yo creo que sí es de este mundo, pero, como dijo DT Max en su exposición en el Hay Festival, a él le interesaba la persona normal. Yo creo que un cronista mira lo extraordinario en lo normal o lo normal en lo extraordinario. Todos sabemos que hay miles de casos en los que la realidad supera a la ficción.
Casi todos los escritores de ficción, ahora se sabe mejor que nunca, dependen de la realidad, escogen casos de la realidad y esa es la dinamita mayor para conmocionar a la gente. Escoger una historia en sí misma dramática, fuera de serie, singular, cosas que en sí mismas, al margen de que seas buen periodista o buen narrador, son extraordinarias. Tiene solo que darle forma a aquello, en el presente, nos viene en forma de caos.
Hay una licencia en el cronista, de ficción, y quiero que se entienda bien esto, en el sentido de que ordenar algo que viene del caos ya tiene una cuota inevitable de ficción.
Por ejemplo, cuando tú citas lo que habla Fujimori en sus primeros años de gobierno, para que el lector le entienda tú tenías que editar lo que hablaba, con ello captabas la esencia de lo que decía.