Entrevista a Jesús Carpio, por Willard Díaz
En medio de la inquietud general y a veces del pesimismo de la población afectada por la epidemia, pueden surgir voces de esperanza y de aliento. Tal parece la propuesta de Jesús Carpio, arquitecto, docente, gestor, y a la vez músico de rock y melómano conocido en la ciudad. Dialogamos con él sobre el impacto de la cuarentena en su sector.
¿Cómo te afecta esta epidemia? ¿Qué ha cambiado en tu vida?
En mi trabajo, la arquitectura, las coordinaciones de los proyectos durante los últimos años las venía realizando, con un equipo multidisciplinario, a través de Internet. Usábamos programas de diseño, edición gráfica y de documentos virtuales. En cuanto a eso no me he visto afectado. Sí, en cambio, en la relación con los organismos del Estado y empresas que han parado sus labores, afectando los procesos de entregas de documentación y toda la cadena que ello significa.
Es claro que uno de los aspectos necesarios para sobrellevar este período es la disciplina, en cuanto a hacerse horarios y rutinas para evitar stress o aspectos negativos del encierro.
Quizás tengo que decir que yo vivo solo, acompañado de Spinetta, mi pequeña mascota; por lo que las responsabilidades y requerimientos de una familia no las tengo.
¿Van a cambiar las artes? ¿Aparecerán nuevas o solo hay que entrar a internet y todo seguirá igual?
La vida de los artistas, como muchas de las actividades sociales, se está adecuando a este tiempo. Gracias a la apertura de muchos artistas podemos como nunca participar de sus procesos de creación. Hay ahora más talleres virtuales relacionados con sus métodos de trabajo, con sus técnicas, Y eso es muy importante para lo que se generará en un corto plazo.
Las distancias se han acortado y uno puede permitirse el seguimiento de lo que guste. En mi caso, puedo ver y seguir a amigos expertos en acuarela, en óleo y maravillarme de sus técnicas; y el enfrentar los diferentes formatos, conceptos y desarrollo del cuadro. Ver cómo trabaja un artista es maravilloso.
Igualmente, en mi lado de músico, como flautista que soy, “seguir” a flautistas que admiro, a pianistas, solistas de orquesta es acercarse al proceso mismo de la creación. Acercarme a James Galway, uno de los grandes en flauta clásica y disfrutar de su técnica, aprender en sus clases virtuales grabadas con anterioridad, su exposición sobre el tema del autor, explicar la ejecución, la modulación del sonido, entre otros aspectos, ha posibilitado que ahora vea y aprecie más la flauta.
Escuchar a compositores de otra de mis pasiones, el rock progresivo, explicando aquellas composiciones clásicas suyas y en tiempo real adquiere una dimensión que no tiene precio. Saber de aquellos aspectos que en entrevistas no se exponen, tanto por el entrevistador como por el formato de las revistas. Y desde el otro lado podemos realizarles las preguntas que siempre se nos pasaron por la cabeza.
Otra cosa, ver a los denominados YouTubers investigando y desarrollando sus ideas y acercamientos a grupos de música de diferentes vertientes, me parece genial.
Ver como desarman un tema y lo analizan, desde la perspectiva de la crítica al sonido, modulación, edición y grabación es algo que, en mi caso, era lejano y que hoy permite un saber sin el acartonamiento académico e institucional.
En esta perspectiva de la nueva dinámica, creo que se posibilitarán muchas interacciones que con anterioridad no se exponían o exhibían al gran público.
Ya se han dado conciertos de grupos con la participación de cada uno de los integrantes desde sus domicilios. Aún con ligeros problemas de sonido, de acomodo en los tiempos y edición, pues son en directo; pero esa será una tendencia en corto plazo; y es refrescante. Nos acerca de una manera más casual a los ensayos de los grupos, las bromas, los errores que se dan y que muchas veces el espectador no veía y de lo cual ahora somos partícipes.
Ahora bien, aún no se está hablando de una arista que podría echar todo este andamiaje creativo abajo: la de las regalías y utilidades que los grandes productores verían amenazadas.
Los intereses económicos detrás de estos experimentos y delicias musicales aún no han mostrado sus colmillos. Los sellos independientes debieran de volver a convertirse en la alternativa para el momento de un renacimiento humanista post pandemia.
¿Qué artes crees que se verán más afectadas?
Todas, pues todas están vinculadas. No creo que exista separación en un escenario post pandemia. Ahora bien, si por afectado entendemos un momento de inicio creativo, creo que se potenciarán las ideas corporativas.
Muchos de mis amigos artistas han visto que no se les ha considerado en los paquetes de apoyo a la ciudadanía y eso debiera de servir para proponer alternativas de solidaridad entre ellos, con ellos y para ellos.
¿Qué haremos con La casa de la Trova?
Mi gran amigo, mi hermano Américo Martínez creó este espacio para la difusión de los grupos o solistas independientes de trova, canción, yaraví, rock latinoamericano o jazz que quisiesen hacernos partícipes de sus creaciones o interpretaciones.
Creo que lo que viene es precisamente el re-crearse, lo que posibilitará mantener la vigencia de la Casa en el corto plazo. Primero, esperar cuáles serán las políticas del Estado con relación a lugares públicos, a aforo permitido, y la normativa que se dé para ello.
Las artes tienen esa cualidad adaptativa, esa potencialidad, nadie es ajeno a una propuesta creativa, y uno se puede convertir en parte de la misma.
¿Crees que van a cambiar los modos de producir arte?
Sí, creo que algunas muestras de arte vayan a cambiar. Me refiero a aquellas performances y productos que son más de marketing, de aprovechamiento de cercanías con medios y promotores más vinculados con ganancias económicas que a una propuesta estética.
Aquello de la compra-venta de cuadros en millones de dólares espero concluya. Es algo, creo, inmoral, poco ético y nada humano.
Una de las enseñanzas inmediatas de este proceso ha sido, ya nadie lo duda, cómo la naturaleza recobra lo que es suyo. Limpieza de ríos, la coloratura del verde, reaparición de especies tanto en ciudades como en el área rural. Y es a ello a lo que nos debemos de reacomodar. Igualmente se ha producido una sorprendente des-migración: la vuelta de grupos humanos a sus lugares de origen. La ciudad se ha convertido en el mayor espacio de polución y contaminación no solo física sino intelectual, y a ello hay que dar respuesta creativa desde el Arte.
Con la recesión que se viene, ¿quién va a pagar ahora a los artistas?
Quien les paga actualmente, quienes son sus compradores. Hay músicos, pintores, cineastas, escritores, gente del teatro, escultores, muralistas, y cerca de ellos productores, promotores culturales que tienen que ganarse la vida.
Tal vez sea este el momento, hoy y en el corto plazo al salir de la crisis, en que el Estado aporte solidariamente, que ofrezca alternativas en formatos de espacios de televisión, de internet; con participación de ellos, de los artistas. Recordemos aquella época de los setentas en que se generaron grupos alternativos de propuestas contestatarias, y que ahora podría ser el germen creativo de lo que debiera de una sociedad mejor.