Una rápida mirada

Entrevista con Percy Gerardo Prado Salazar, por: Willard Díaz

Percy Gerardo Prado Salazar es un escritor joven, egresado de la Escuela de Literatura de San Agustín, cuya experiencia ilustra bien el nuevo empuje de los provincianos que prefieren la cuesta arriba y sus virtudes para la salud cognitiva.

Tras culminar sus estudios de pregrado partió hacia Lima en busca de la maestría, sigue estudios en la PUCP y en la San Marcos e ingresa a trabajar en la Universidad Ricardo Palma como productor cultural. Ha sido uno de los más inclementes correctores de estilo en diversos diarios de Arequipa y bajo su lupa han caído varias celebridades. Publicó algunos cuentos de notable factura, ensayos y crónicas en diarios y revistas especializadas de Arequipa y Lima.

Nos ofrece una rápida mirada del escenario literario regional, desde residencia campestre de San José, Camaná.

¿Cómo va la escritura creativa en estos días? ¿Has producido algo de ficción?

Salvo un relato que apareció por entregas en una página de noticias, no he vuelvo a escribir nada desde los primeros días de la cuarentena. Todo salió como jugando, de un tirón. Escribía en el bloc de notas del celular cada día y se lo daba al editor de la página. En un principio, yo había pensado publicarlo solo en mi cuenta de Facebook y por entregas diarias, como hice con otro relato hace unos años; pero luego del primer texto, el editor de Entre Líneas me contactó y me pidió publicarlo en su plataforma. Así salieron diez mil palabras, sin corregir o corrigiendo apenas la ortografía. Ya no lo he vuelto a tocar. Lo pasé a tres personas en quienes confío y dos me lo devolvieron con observaciones. Lo he dejado ahí hasta que me vuelvan las ganas de meterle mano, esta vez en serio.

Y de lecturas, ¿cómo vas?

He aprovechado que esta crisis me cogió en Camaná para releer los libros que dejé encajonados cuando me fui a vivir a Lima. Algunos autores han permanecido en mi parnaso personal; otros, como Carver, han sido expulsados por el simple capricho del gusto. No digo que Carver sea un mal escritor; es extraordinario, pero sus historias y su estilo ya no me dicen nada. Sin embargo, he renovado mi admiración por Bowles. «Páginas desde Cold Point» y «Aquí para aprender» son cuentos que aún me siguen asombrando.

¿Cómo aprecias a los escritores arequipeños más jóvenes?

Hasta hace unos años leí la mayoría de libros de los narradores de mi generación y algunos de los poetas. Pero mi generación ya va dejando de ser joven. Y, en honor de la verdad, las facilidades que tuvimos para publicar arruinaron demasiadas resmas de papel. Muchos nos animamos a imprimir revistas, plaquetas, trípticos, folletos… El entusiasmo suele ser muy engañoso.

Las promociones que vinieron después, me parece, adolecen de lo mismo. Eso sí, siempre destacan los que se toman en serio el oficio. Mazeyra, por ejemplo, entre los de mi camada; y Chuquicaña entre los que siguen.

Por otro lado, escritor es una forma de actuar en el mundo y, como todo, ha cambiado. Se ha pasado de escribir libros a escribir páginas y, ahora, a escribir posts. He conocido a unos cuantos que primero son escritores y tiempo después publican un libro. Yo, aunque no suelo llamarme escritor ni espero que el nombre me calce, he escrito algunos cuentos, pero no tengo libros publicados y la gente me conoce más porque me ha leído en Facebook o porque fui su profesor.

También has trabajado de corrector de estilo. ¿No te parece que es uno de los oficios peor pagados y menos respetados del mundo?

No tanto. El negocio de los correctores va viento en popa gracias a nuestro lamentable sistema educativo y a las exigencias de la redacción académica y científica.

Tan bien están los de este rubro que ya hay estratificaciones. Están los correctores de tesis, que cobran entre 10 y 20 soles por página corregida, y están los correctores de diarios, que tienen mucha suerte si les reconocen sus derechos laborales. Yo fui uno de estos, aunque también corregí tesis y libros.

Nadie se acuerda del corrector de periódicos hasta que se equivoca en un titular. Cosa curiosa, varios me recuerdan como corrector, me pregunto si es porque me he equivocado tanto. Dejé de serlo hace años. Es un trabajo muy serio y yo entonces tenía el espíritu muy festivo y atrevido. Una vez me tomé atribuciones de titulero y cambié «Compañía de bomberos cumple cien años» por «Bomberos apagan cien velitas».

¿Qué tal fue tu experiencia como maestrista en Lima?

Por la covid-19 sigo siendo, en teoría, maestrista en Lima, pues me vi obligado a suspender mi curso de tesis para el segundo semestre de este año.

¿Pero qué tal los cursos?

He aprendido mucho. Tal como van las cosas, algo que difícilmente lograremos en Arequipa, al menos en el mediano plazo, es igualar el buen porcentaje de catedráticos limeños de alto nivel con respecto al de los mediocres. En nuestra especialidad, las mejores son la San Marcos y la Católica.

También me han impresionado los compañeros. Sobre todo, la capacidad que tienen para ser y hacer varias cosas a la vez. Tienen hijos, trabajan entre 30 y 40 horas semanales, estudian la maestría, viven a más de una hora de sus chambas o universidades y, todavía, editan revistas o estudian otra carrera.

Ese sector es muy pujante y a mí me ha impresionado. Por supuesto, hay también varios que además de inteligencia tienen todo el tiempo que quieran para aprovecharla.

¿Cómo ves el estado de la producción literaria de Lima, comparada con la de Arequipa, digamos?

Es diez veces más intensa e interesante, pero esto es una cuestión estadística y, quizá, sociológica. En una ciudad de 10 millones de personas encuentras más poetas que en otra de un millón. Eso sí, la poesía escasea y la frivolidad abunda. En Lima se nota más, pero también son más los buenos lectores. Sumemos a los nativos limeños aquellos que vienen de otras regiones.

La capital es un punto de encuentro y un foco de atracción. En el Perú, Lima es el mejor lugar para obtener libros, ver cine, ir al teatro… Eso sí, allá están también las más grandes editoriales, las más poderosas camarillas de artistas y los más eficientes publicistas de la superficialidad.

Ahora que está empezando a crecer la imagen de la literatura regional ¿qué podemos recoger de la tradición literaria camaneja?

En Camaná, hay una fuerte y múltiple tradición de literatura popular. Es muy importante recuperarla. Por otro lado, un escritor valioso es Manuel Gutiérrez Souza. Su novela Así me dijo Arturo, premiada en España, no ha vuelto a ser editada hace tiempo.

¿Has hecho tu lista de diez novelas recomendables, para Facebook?

No, me invitaron a hacer una lista de libros importantes para mí. Respondí con una lista de aquellos que lo eran en ese momento. Recomendar un libro es como recomendar un amigo: inevitablemente, va a decir algo sobre ti. Además, hay que ver a quién se lo recomendamos. Tengo amigos que no presentaría a mi abuela. Lo mismo con algunos libros.

¿Qué estás investigando últimamente?

La poesía arequipeña del 80. Específicamente, la revista Ómnibus. Me ha costado un poco reunir la colección completa. Ómnibus representa una cúspide en la literatura arequipeña. Y uno de los mejores momentos de la poesía peruana de fines del siglo XX.

¿Y ya tienes alguna hipótesis?

Son varias. Hasta donde llevo investigado, en Ómnibus aparece el primer texto en el que decididamente ingresa el lenguaje computacional en la poesía peruana. Además, fue un grupo ocupado en gozar de la poesía en sentido vitalista más que de usarla como instrumento crítico. Aun así, sus poéticas alcanzaron a decir algo sobre la realidad social y política de entonces. Esto ha sido soslayado por los críticos de la capital.

Recuerdo una reseña del primer libro de Oswaldo Chanove que aparece en plena época de atentados de Sendero. Ese libro se articula alrededor de la historia de un héroe, que por momentos parece un guerrillero o un agente infiltrado, y una heroína que lidera y planea un ataque con explosivos. Sin embargo, el crítico que hizo la reseña, en una actitud que se repetiría en adelante, no escuchó ni las bombas de Sendero ni las que reventaban en las páginas de Chanove.

Ha habido una especie de exotización de la poesía de Óminbus. Mucho tiempo se ha creído que los temas «importantes» solo son tratados por poetas limeños o radicados en Lima. Sobre los arequipeños de Ómnibus y Macho Cabrío se ha repetido mucho su rol novedoso como introductores del lenguaje del cómic, del cine y de la novela negra en la poesía peruana, pero no se ha visto en esa aparente superficialidad el profundo registro de una apuesta crítica por la vida y en contra de una realidad angustiante que busca someter al individuo a la masa o al miedo.

¿Qué autores arequipeños jóvenes nos recomendarías seguir?

No sé cuáles son los límites de edad, pero me gustaría recomendar los cuentos de mi amiga Pamela Cáceres. Ha publicado varios en su Facebook y en este diario. A diferencia de muchos, los relatos de Pamela no solo cuentan una historia; cuentan una idea, además de una historia. En un mundo como el nuestro, es arriesgado tener ideas. Advierto esto porque son mayoría los que prefieren la literatura de simple evasión.

P, ¿Hay un libro tuyo en progreso?

Varios, aunque últimamente no estoy tan convencido de publicarlos. Todo lo que he escrito lo he dejado desperdigado en páginas digitales o en mi Facebook personal.

 

 

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