Por: John D. Fitzgerald
Si no es usted capaz de exagerar es poco probable que sea capaz de escribir ficciones. Según me parece, fue Shakespeare quien dijo que la intriga no es más que una mentira. Ya los juglares descubrieron que si no mentían y exageraban se morían de hambre; fue así como un animal salvaje que mató a una oveja en una provincia lejana se convirtió en un dragón que devoró diez hombres, varias mujeres y niños.
Dado que el noventa y nueve por ciento de los relatos publicados son sobre conflictos, lo más importante que debe aprender un narrador joven que quiera escribir este tipo de relatos es cómo hilvanar una intriga de conflicto. El diccionario nos dice que un conflicto es “una situación o un detalle de un personaje que viene a enredar la intriga central.” No queremos discutir con el Diccionario; para nuestros propósitos cuando use la palabra conflicto será más fácil si piensa en ella como un problema o una crisis, o ambas, que el personaje atraviesa en cualquier relato. He aquí mi definición: “Un relato de conflicto es la presentación de, y la solución a, un enredo en la vida de uno o más personajes de una obra de ficción, vida que debe ser mucho más interesante que la real y, al mismo tiempo, verosímil para el lector”.
Todos los días se le presentan pequeños problemas. Quema las tostadas, pierde el ómnibus y llega tarde al trabajo, trata de telefonear a su amiga y la línea está ocupada, su hijo no quiere comer, el vecino del piso de arriba tiene una jarana y no lo deja dormir, su suegra le cae en una visita inesperada.
Pero si usa estas complicaciones en un cuento, ¿a quién le interesa? Por eso digo que un conflicto y su solución deben ser interesantes, más que la vida real. Usted exagere y mienta sobre los conflictos, hasta volverlos más interesantes.
Recuerde siempre que mientras más mienta y exagere, más interesante se volverá su relato; mientras más interesante el conflicto, mejor será el cuento.