Por Moisés De la Cruz Flores
Poseedor de un lenguaje compositivo único en la sociedad y tiempo en el que aparecen sus obras, Roberto Carpio nace en Arequipa el 23 de febrero de 1900.
La formación musical se inicia con su padre y de manera autodidacta, después tomó clases maestras con algunos compositores de la sociedad musical arequipeña de comienzos del siglo XX, como Luis Duncker Lavalle.
Cursó estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de San Agustín. En 1935 se traslada a Lima. Se desempeña allí como pianista correpetidor, acompañando a diferentes cantantes e instrumentistas. Trabaja en Radio Nacional y el Instituto Bach. En 1954 es nombrado director del Conservatorio Nacional de Música. Durante su carrera artística fue laureado con premios en la especialidad de Composición.
Ha escrito lieds (canciones) sobre textos de Melgar, Mercado, Eguren entre otros. Fallece en Pisco el 22 de mayo de 1986.
Entre las notas resaltantes de su vida profesional y artística de Carpio llama la atención un hecho: su papá era el alumno favorito de Luis Duncker Lavalle.
Su profesor de piano, Francisco Ibáñez, fue quien lo introdujo a la correcta técnica pianística, la que le permitió mejorar su lenguaje compositivo.
En la Sociedad de Caballeros Católicos de la Virgen del Perpetuo Socorro Roberto Carpio tocaba el piano y el armonio, explorando nuevos timbres y combinaciones armónicas propias. Poseía un espíritu de investigación que le llevaba a estar a la vanguardia del movimiento musical moderno internacional. Este hecho le permite apartarse de los estilos tradicionales arequipeños, y reinventar a su manera el impresionismo musical.
Vive durante un tiempo en el que la ciudad de Arequipa estaba modernizándose “a la inglesa”, debido al fuerte movimiento comercial originado por la venta de lana. Esto le permitió acceder a nueva música y nuevas expresiones gracias al fonógrafo, reciente invento.
Testimonio
Enrique Iturriaga ha escrito: “En varias de las conversaciones que tuve con Roberto Carpio en los últimos años, inclusive una bastante larga en Pisco en 1985, a mis preguntas sobre aspectos técnicos de su música, siempre me respondió en medio de una sonrisa difícil de calificar si burlona, misteriosa o incómoda, que él no había analizado su música, que sus composiciones eran como eran porque así le gustaba, que no sabía por qué las había compuesto de tal o cual manera, forma o estilo.[..] Aquellas respuestas no tenían origen en la ignorancia ni en el desprecio por los procedimientos técnicos musicales. Por el contrario, eran las respuestas de un músico “muy músico”, para quien los medios empleados en la composición no tenían por qué descubrirse, pues eran simples intermediarios entre su voluntad creativa y el receptor […] La técnica era para Carpio la suma de experiencias universales, pero que él utilizaba sólo como antecedentes para enriquecer su propia experiencia. De ahí que obra, pensamiento, lenguaje y obra en fin, constituían una totalidad y le disgustaba imaginar rota esa unidad. Para él, el análisis era problema de los musicólogos”.
(Iturriaga: La respuesta y respuestas de Roberto Carpio, 1986)
Análisis Musical
En el caso específico de Carpio, el hecho de ser un buen pianista, influyó mucho en la capacidad del autor para improvisar y buscar pacientemente sonoridades nuevas. Con seguridad, Carpio tuvo acceso directo a la teoría europea a través de partituras y discos que en aquella época eran de fácil acceso en Arequipa gracias a sus contactos comerciales y a la visita periódica de intérpretes de calidad que traían las novedades musicales. Es probable que Carpio haya hecho un estudio pormenorizado directamente sobre partituras y grabaciones, ya que la sistematización de los modernos recursos de composición no llegaría hasta 1937 con Hindemith, o hasta 1961 con Persichetti.
En las obras de Carpio se observa constantemente una situación de búsqueda y pasajes enteros se deben más a la inspiración de un instrumentista curioso que a una idea premeditada. Tal vez la personalidad tímida de Carpio haya favorecido esta producción silenciosa y casera, aunque inteligente. Lo que sorprende es que Carpio haya podido producir esta clase de música en una ciudad diletante, conservadora y poco favorecedora de la música de arte de avanzada, pero es precisamente una paradoja de esta naturaleza la que explica mejor cómo es que la historia se construye no de realidades evidentes sino de hechos que a menudo pasan desapercibidos.
(Zoila Vega Salvatierra: Texto y Contexto en la obra de Roberto Carpio en la Arequipa del siglo XX).
El Creador
Roberto Carpio marca un hito sinigual en la historia de la composición arequipeña del siglo XX. La mayoría de sus obras, sobre todo de la segunda etapa confluyen entre lo académico y lo regional, describiendo con ese estilo galante, percusivo y festivo algunas estampas de la ciudad de Arequipa de inicios del siglo.
Sin duda alguna debe ser un reto para todos los músicos y sobre todo pianistas el propagar sus composiciones. Asimismo, es importante recalcar que su estilo no se encasilló a los patrones de composición dominantes; por el contrario, Carpio posee un lenguaje único e irrepetible.
(Maestría de Artes, UNSA)