Por Willard Díaz
El ensayo tiene una forma clásica, y muchas variantes. Como en todo género, más vale conocer y dominar primero las formas clásicas antes de aventurarse con las innovaciones personales.
La estructura formal clásica del ensayo demanda tres partes: Introducción, Cuerpo y Cierre.
1. Introducción
Por lo común el ensayo presenta una primera parte muy breve, cuyo propósito es, justamente, introducir al lector en el asunto a tocar. Sea cual fuere el recurso retórico que emplee para hacerlo, la Introducción se caracteriza por presentar brevemente al lector la idea que se va a desarrollar. Este anticipo pretende atrapar su atención, tenderle un anzuelo para que sienta verdadero interés por lo que viene luego y se embarque en la lectura. Si un lector no ve claramente lo que le espera, si no le interesa o si se aburre en las primeras líneas, es casi seguro que dejará el libro o la revista de lado. Y así, el autor habrá fracasado en su primera tarea: conseguir quién lo lea.
Ya en el título se plantea este propósito de seducción del lector. Un buen título, atrapa. Un título vago o demasiado amplio o ambiguo es un primer mal paso en ese sentido.
Lo usual es escribir el título al final, o cambiar el propuesto primero por uno más adecuado. Como dice García Márquez de sus cuentos, ellos mismos sugieren los títulos más interesantes.
La introducción de un ensayo le ofrecerle al lector algunas pistas para satisfacer sus primeras expectativas; le ayuda a responder alguna de estas preguntas:
¿Qué ganará leyendo este ensayo? ¿Por qué habría de seguir con su lectura?
¿Es éste un ensayo serio, académico, o es polémico, político, o es un escrito irónico o humorístico?
¿Cuál es el propósito del autor, cuál su propuesta, qué pretende?
¿Cómo está organizado el ensayo, cuáles son sus partes y cuál su conclusión?
¿De qué tipo es: una descripción, una comparación, un ejemplo?
Se puede comenzar el ensayo con una respuesta breve a alguna de estas preguntas, o con cualquier estrategia que funcione como una puerta abierta, una invitación al placer de la lectura, una verdadera introducción del lector en el espacio del texto.
Por ese motivo, el primer párrafo de un ensayo no debe ser extenso, no debe dar la idea de que ya estamos metidos en medio del asunto, sin quererlo. Bastan tres o cuatro líneas bien escritas para la introducción; o, en el caso de ensayos más extensos, un buen párrafo inicial, lleno de atractivos y sugerencias.
2. Cuerpo
Es la parte central. Aquí está el contenido del ensayo, desarrollado, explicado, expuesto ante los ojos del lector.
El cuerpo es la sección más extensa; en ella se presentan el tema, el asunto y las pruebas. Según el tema y el tratamiento que le dé el autor, tendrá tal o cual número de párrafos; según el tipo de ensayo el escritor escogerá tal o cual orden de párrafos. De acuerdo al espacio disponible, el autor administrará el contenido del cuerpo de su ensayo de la manera más racional e inteligente.
Es preferible que cada párrafo presente una sola idea importante, al comienzo o al final del párrafo; pero a veces esa idea está íntimamente relacionada con otra que también debe ser tratada en ese lugar. Pocas veces, sin embargo, resulta lógico tocar tres o más ideas en un mismo párrafo; y para el lector será mucho más agradable una pauta simple y clara de lectura.
Con todo, hay una gran variedad de técnicas de escritura de párrafos; y aquí, solo la inteligencia y el buen gusto del ensayista serán la medida. La forma debe seguir al contenido, el ensayista debe dejar que las ideas se impongan. Sin embargo, hay aspectos formales que considerar, para que entre pensamiento y escritura se logre identidad, para que acabemos por decir justamente lo que queremos decir, al menos en el ámbito consciente.
En este sentido, como dijo Wittgenstein: los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje.
3. Cierre
Al terminar la lectura del cuerpo del ensayo, el lector debe haber encontrado por sí solo una idea interesante, obtenido una impresión del propósito del autor o captado sus argumentos. El cierre o final, en un solo párrafo, le ofrecerá un resumen, las síntesis de lo dicho o la solución del problema planteado. Según estemos frente a un ensayo de tesis explícita o a uno de tesis implícita, esta parte tendrá un aspecto más o menos evidente, pero, en todo caso, le dejará al lector la sensación de haber concluido la lectura, de haber cerrado un ciclo de comprensión y estar listo para tomar medidas, o para revisar sus propias ideas al respecto.
El cierre es la conclusión del ensayo, es la despedida que damos al lector. Sigue lógicamente del cuerpo, lo resume y remarca; y no puede contradecirlo, ni dejar la impresión de que tenemos todavía mucho que decir al respecto, pues el lector perderá la confianza para sacar sus propias conclusiones y el efecto persuasivo se habrá perdido.
Un buen cierre es el que deja al lector satisfecho, con las ideas o las impresiones claras, y, de ser posible o necesario, dispuesto a la acción.
Es verdad que puede haber ensayos que pretendan tan solo despertar inquietudes, inducir dudas, cuestionar ciertos poderes ideológicamente constituidos, ocultos tras muchos años de aparente naturalidad. Frente a la solidez con que se instauran ciertas reglas en nuestra sociedad, a veces avanzar unos pocos milímetros en su cuestionamiento puede ser un gran logro. Pero, incluso en esos casos, la duda debe estar bien fundada, debe ser aceptable. Y la conclusión debe cumplir claramente ese fin.
Criterios de valor
¿Qué hace a un ensayo mejor que otro? ¿Cómo juzgamos el valor de un ensayo?
Por supuesto, el criterio principal será la importancia y la pertinencia de la tesis. En ciertas épocas ciertos asuntos son más importantes e interesantes que otros; lo mismo, en ciertos lugares hay cosas que se pueden decir y otras que no. Pero, en lo que nos concierne en este manual, debemos elegir algunos criterios formales para poder juzgar los ensayos que leeremos, o preparar los que escribiremos.
Los criterios propuestos a continuación son los usados a partir de Kant para evaluar varios tipos de obras y de discursos. Dichos criterios, libremente adaptados para nuestros propósitos, son la unidad, la coherencia, la riqueza y el desarrollo adecuado.
1. Unidad
Todo acto humano, en general, y en particular todo acto de comunicación se organiza bajo algún principio de unidad, que brota de la intención con que se realiza el acto.
En un ensayo, el propósito persuasivo es el que determinará su organización y sus límites. Dicho propósito se condensa en la tesis, como ya vimos. Por lo tanto, en un ensayo la tesis nos dirá qué es pertinente decir y qué no es pertinente, juzgar lo importante y lo superfluo, decidir qué es principal y qué es secundario.
Si el escritor tiene bien clara y precisa la tesis antes de empezar a escribir su ensayo, no le será difícil preparar un Plan de Escritura. El plan, que no tiene que ser final ni perfecto, sino que se corrige a medida que avanza el borrador, es imprescindible, porque nos permitirá ordenar y amarrar las partes entre sí para darle unidad de conjunto. El ensayo, más que ningún otro género literario, debe ofrecerle al lector la sensación de ser un todo completo al que no le falta ni le sobra nada. Sea cual fuera la manera de presentar nuestras ideas, el lector debe creer en lo que le decimos, y llegar claramente a nuestra tesis: la tesis es por eso nuestra guía para darle unidad al ensayo que escribimos.
De modo que todo lo que apoye a la persuasión de nuestra tesis es conveniente; todo lo que la oscurezca o ponga en duda, es inconveniente. Si un ensayo no crea la sensación de completitud se debe, seguramente, a que falta información, al poco apoyo de argumentos, a la ausencia de datos; pero puede dar la misma inseguridad cuando está excesivamente cargado, hay redundancia y datos irrelevantes para el asunto. El ensayo debe ofrecer solo lo justo y necesario, ni menos ni más: de allí su unidad.
Una vez que tenemos el borrador de nuestro ensayo viene el trabajo del estilo, el pulimento de las frases, el reordenamiento de los párrafos, posiblemente la introducción y el cierre varíen para adecuarse más al cuerpo, y hasta el título vendrá al final, a coronar nuestra exposición.
Durante la corrección del borrador se elimina lo sobrante y se llena los vacíos. Recuerde que solo escritores de gran talento son capaces de crear de golpe un ensayo en versión final o semifinal; si no tenemos el genio de Mariátegui u Octavio Paz, que parecen haber nacido mientras escribían sus primeras páginas, es mejor confiar en nuestra capacidad de hacer un plan de trabajo y en nuestro tesón para llevarlo a cabo.
2. Coherencia
La coherencia tiene que ver más con el orden en que van los párrafos que con la estructura general de las ideas; es más cuestión de linealidad y ritmo, de elegir para la exposición una secuencia correcta y creíble.
Cuando hay desorden en un ensayo la mala ilación de los párrafos confunde al lector, lo obliga a volver hacia atrás, a releer, a buscar lo último que logró entender o lo más importante, para hallar con mucho esfuerzo los nexos lógicos que el autor no ha dejado claros; y la incertidumbre crece.
Hay varias maneras de darle una adecuada linealidad a nuestro texto. La lectura fluye continua si un escritor logra crear una secuencia o sucesión armoniosa de párrafos, sea esta de tipo espacial, cronológico, o puramente lógico.
Muchos ensayos tienen un recorrido, llevan al lector a lo largo de una visita, un viaje, una inspección, o le dan un panorama de un objeto, un edificio, de un espacio, en suma. Y esa seguridad de ir en el orden del movimiento físico continuo, o de seguir una mirada, produce tranquilidad en el lector, la sensación de estar ante algo real.
En otros ensayos ayuda mucho un tiempo, una sucesión ordenada de los acontecimientos, de las fechas históricas, de los eventos sociales, incluso de una simple anécdota secuencialmente ordenada. Así, cuando se muestra los pasos que hay que seguir en un proceso, en un aprendizaje, en una elección de representantes, o cuando se explica con fines persuasivos un fenómeno sea natural o social, la cronología dará una base firme para el ordenamiento del ensayo.
Finalmente, la estructura más usada y la más eficaz suele ser la estructura lógica de un ensayo. Sea por silogismos, comparaciones, contrastes, definición o clasificación, o por el método lógico que fuere, la secuencia de los párrafos debe ser una clara guía hacia la demostración racional de la tesis.
3. Riqueza
El tercer criterio del valor de un ensayo tiene que ver con su contenido, más que con su forma, pero ya sabemos que contenido y forma están íntimamente vinculados y se convierten en uno al llegar al texto escrito. La riqueza está en relación con la variedad y solidez de las ideas del ensayista, con su lucidez y su amplitud de experiencias. Mientras la unidad y la coherencia demandan rigor lógico y orden, la riqueza apunta hacia la multiplicidad de los sentidos, hacia la profundidad de los deseos y a la belleza del cálculo.
Un ensayo no tiene por qué ser siempre una máquina de lógica y racionalidad inapelables. Su lector es un ser humano, cuyas potencias no se agotan en el uso de la razón; en la lectura de un ensayo pone también en juego sus deseos y temores, su goce y su impotencia, su inconsciente. La riqueza de un ensayo irradiará desde la profundidad de sus significaciones y se plasmará en la riqueza del lenguaje, del estilo, de las metáforas, de la gramática del texto. Al fin y al cabo, riqueza espiritual y riqueza verbal en los intelectuales suele ser concomitantes. Si la tesis organiza el sentido racional de la persuasión, la riqueza le da poder para ir más allá; razón y deseo se unen en un ensayo bien calibrado.
Variedad de ideas y de ideales, profundidad de significación, riqueza de vocabulario y de escritura en la unidad y coherencia de nuestra propuesta: de todo ello está hecho un buen ensayo.
4. Desarrollo adecuado
La Retórica del ensayo nos proporciona algunos modelos, formas ya establecidas (que corresponden de un modo u otro al funcionamiento general de la lógica occidental, esto es, a las diversas funciones de la representación y el pensamiento). Según el tema que deseemos tratar, habrá a nuestro alcance un esquema de estructuración apropiado. Es parte de la inteligencia del ensayista hallar ese esquema.
Sin embargo, estas formas no son fórmulas. No hay modelos o formularios preestablecidos para escribir un ensayo. Se podría escribir únicamente diez o doce de ellos si así fuera; y la infinita variedad de ensayos y los centenares de ensayistas que cada día escriben, son muestra de la saludable creatividad del ser humano. Las clases de ensayos que veremos de inmediato son, como en toda clasificación, formas elementales, genéricas y muy simples, que raramente se encuentran en estado puro. Un ensayista mezclará tres o cuatro de esos tipos, para hacer una versión a su estilo.
No obstante, conviene conocer esas formas ideales, para practicar e ir aprendiendo a dominarlas y manejarlas con agilidad para luego superarlas o dejarlas de lado si es necesario y prudente.
Como en todo aprendizaje de un metalenguaje, aquí debemos ir con paciencia y con rigor. Lo mismo que en el deporte, los primeros ejercicios causan dolor, pero solo así, dominaremos nuestros recursos y podremos llegar a la competencia final en condiciones de vencer. Cuando hemos aprendido los secretos de las formas simples, ellas se introducen en nuestra mente, a fuerza de trabajo se vuelven destrezas que llegan al rango de la naturalidad, y nos ayudan a pensar más rápido, mejor, ir —como en bicicleta montaña abajo— disfrutando de la velocidad y del paisaje, dejando correr las ideas sobre el papel o en la pantalla, y la escritura será entonces fácil y mejor.
Clases de ensayo
Vamos a proponer una clasificación bastante simple que, sin embargo, se basa en algunos principios complejos de la lógica del discurso.
Como ya hemos adelantado, hay dos grandes grupos de ensayos, los de tesis explícitamente presentada y aquellos en los cuales la tesis está oculta, es sugerida diplomáticamente sin mostrarla de plano. Los llamaremos, por comodidad, ensayos de tesis explícita, y ensayos de tesis implícita.
Dentro de cada grupo hay subclases, que figuran en el siguiente esquema:
Ensayos de tesis implícita
• Narración
• Descripción
• Ejemplificación
• Analogía
Ensayos de tesis explícita
• Exposición
• Análisis de procesos
• Definición
• Comparación
• División y clasificación
• Análisis causal
• Argumentación y arenga
Esta lista, leída de arriba abajo, nos permite ver la fuerza creciente con que la tesis se asoma a la superficie del ensayo. En un Relato a veces resulta muy difícil extraer la moraleja, mientras que en un Argumento la tesis tiene que estar clara y llanamente expresada. Nuestra lista también muestra que el límite entre los dos grupos es bastante impreciso. Una Analogía ya necesita de cierta presentación de la tesis, mientras que en el Análisis de un proceso la tesis puede que no se vea clara todavía.
En resumen, las características básicas de cada clase son las siguientes:
1. Narración: cuenta una anécdota, sea personal o sea un hecho público.
2. Descripción: muestra los aspectos característicos de algún lugar, hecho o persona.
3. Ejemplificación: presenta uno o varios ejemplos de una tendencia social, política, religiosa.
4. Analogía: compara hechos concretos con ideas, para que sean más fáciles de comprender.
5. Análisis de procesos: muestra cómo se produce o cómo funciona algo, sea físico o no.
6. Definición: precisa el significado de algún término o categoría
7. Comparación: analiza dos o más objetos o procesos para sacar conclusiones.
8. División y clasificación: divide conjuntos amplios en clases y subclases, según principios adecuados a una tesis.
9. Análisis causal: busca relaciones lógicas de causalidad entre fenómenos.
10 Argumentación y arenga: ofrece razones a favor o en contra de una tesis y llama a la acción.
De manera general, podríamos decir que los ensayos de tipo implícito están trabajados en un estilo más literario, se prestan para jugar con el lenguaje y para expresar la subjetividad del narrador, mientras que los de tesis abierta son mucho más científicos, lógicos, sistemáticos y de un lenguaje más directo y preciso. Pero, por supuesto, estamos haciendo aquí una generalización arbitraria.
En el capítulo siguiente veremos en detalle el primer grupo.
El ensayo y el artículo científico
A veces se confunde al ensayo con el artículo científico. A diferencia del ensayo —que es personal y subjetivo, que es la propuesta de una tesis—, como dice la UNESCO “la finalidad esencial de un artículo científico es comunicar los resultados de investigaciones, ideas y debates de una manera clara, concisa y fidedigna; la publicación es uno de los métodos inherentes al trabajo científico. Es preciso establecer estrategias de publicación bien elaboradas y seguir con conocimiento de causa una serie de normas adecuadas para facilitar el intercambio entre científicos de todos los países y reducir a proporciones razonables el incremento del volumen de publicaciones”.
El artículo científico es parte de la comunicación entre científicos, tiene el propósito de informar y debatir entre ellos aspectos precisos y puntuales de sus respectivas investigaciones que están normadas por la epistemología. Es un documento académico. El ensayo en cambio no es científico sino que plantea una tesis, hace una apuesta sobre una norma, tiene un propósito social y se dirige al lector común, al ciudadano.
La estructura formal del artículo científico —regida por la norma ISO-215— es diferente de la del ensayo. El artículo científico debe tener una introducción (que presenta el tema investigado), la descripción del material y de los métodos utilizados (cómo se ha hecho el estudio), los resultados de la investigación y, finalmente, los puntos debatibles de la misma. Si bien las formas de la argumentación en el ensayo argumentativo y en el artículo científico pueden ser parecidas, las “pruebas” en el segundo son generalmente empíricas o de expertos. Aun en los artículos científicos de las Ciencias Sociales las evidencias son resultados de trabajos de campo, de estadísticas, de grupos focales, etc. Las ciencias buscan la “objetividad”, el rigor científico.
Cuando uno revisa las antologías de ensayos latinoamericanos, como la célebre de Skirius (2006), advierte que nuestra concepción de ensayo está más cerca de la francesa, a lo Montaigne, donde existe una propuesta personal sobre el tema de las normas sociales. El artículo científico en cambio está más próximo de aquello que los anglosajones llaman essay, que, según un manual universitario, “usually answer a question”, “should have an argument” y “this argument should be supported with evidence from texts and experts”. Su modelo, en las universidades norteamericanas e inglesas, es “the five-paragraph essay”. Entre nosotros requiere además un abstrac o resumen en inglés, que va al comienzo.