Terror por la Saya

Cada vez que la Municipalidad de Arequipa organiza el “Corso de la Amistad” aparece el fantasma de la saya, danza altiplánica que, junto con los caporales, se presentan en las fiestas jubilares de la ciudad a través de numerosas agrupaciones.
Esta vez la actual gestión de la MPA ha tenido la opaca idea de realizar dos corsos, el primero bautizado como “Corso de saludo de las regiones del país” a realizarse en el Cono Norte, una poco elegante forma de filtrar y reducir la danza en mención, de la cual se seleccionarán cuatro agrupaciones para el corso “oficial” en el centro de la ciudad, días después.
La excusa para el “terror por la saya” se camufló hace varios años bajo el criterio de repetitividad y falta de diversificación durante el Corso. Sin embargo, es aquí donde subyace un problema mayor y grotesco: el chovinismo. Los explícitos comentarios en redes son tan lamentables que ni siquiera valdría la pena exponerlos aquí, pero lo constatan. Imagínese tener que gestionar y producir un segundo corso para darle el gusto a lo excluyente y segregador. La saya/caporales son legítimas expresiones de los jóvenes arequipeños, guste o no. El doble pecado de la saya fue el de multiplicarse, y de hacerlo en el valle del Chili.
Por otro lado, las danzas altiplánicas no se bailan “porque sí”, son manifestaciones socioculturales-tradicionales, y la Candelaria en Puno, una festividad ritual-religiosa. El Corso de la Amistad, en cambio, es un evento-certamen de empresas, microempresas y grupos de arte locales, con carrozas ornamentadas y estampas alegóricas, todos bajo un ideal de cohesión y fraternidad.
Mientras que en la Candelaria el danzante es un tributante de devoción y portador de tradición y cultura, en el Corso se ha ido convirtiendo en un elemento de espectáculo y de entretenimiento a merced del juicio popular.
Veamos qué sucede estadísticamente en la Candelaria (fuente: Concurso de trajes de luces 2020): sicuris y ayarachis (35.29%), morenadas (18.82%), otras danzas (kullawada, llamerada, kallahuaya, waca waca, tinkus, etc.) (17.66%), caporales/sayas (15.29%), diabladas (9.41%), “danzas autóctonas”, ganadoras del concurso homónimo de la semana precedente (3.53%). Hay que considerar que las morenadas, diabladas y sayas/caporales se concentran en varios bloques, por lo que cada agrupación podría quintuplicar (o más) en número de integrantes a los grupos de sicuris.
¿Entonces, por qué no hay morenadas (o no tantas para ser motivo de discordia) en el corso de Arequipa? Primero, porque son danzas multigeneracionales, bailan adultos, jóvenes y niños. A nivel de indumentaria, se requieren más personajes, algunos trajes podrían ser mas caros, no tiene el despliegue “acrobático” de la saya/caporales.
En ese sentido la saya cubriría perfectamente ciertas expectativas logísticas: atractiva, juvenil, congregatoria, realizable y, lo más importante, refuerza y celebra el sentir andino-altiplánico de buena parte de arequipeños jóvenes.
Por otro lado, el “terror por la saya”, no es propio de la ciudad de Arequipa, se da en Cusco, en el norte del Perú y hasta en Puno y Juliaca. También es motivo de confrontación peruano-boliviana, otro tema.
¿Qué ofrece Arequipa?
Desde la perspectiva de la música, la realidad es esta: El yaraví arequipeño murió (si no me cree, dígale a alguien que cante una estrofa). Al Carnaval de Arequipa (arreglo musical de Ballón Farfán) se le creó una coreografía relativamente nueva, cristalizada en Récord Guinness el 2014. A los tradicionales carnavales lonccos se le ha prestado atención muy recientemente y tiene sus propios espacios en febrero. Luego están las mismas seis o siete canciones todos los años, en mil y un versiones: La Benita, Río de Arequipa, el Montonero arequipeño (compuesto por el puneñísimo Jorge Huirse), etc. La marinera arequipeña está emparentada musicalmente con las cuecas bolivianas y nor-argentinas. La estudiantina arequipeña desapareció (la puneña goza de buena salud), las bandas de ccaperos de la ciudad como pan que no se vende (las bandas altiplánicas son apoteosis). El charango arequipeño es el último exquisito reducto, paradójicamente el charango arequipeño proviene del Altiplano.
Habrán otras danzas propiciadas por elencos folclóricos pero en mi opinión son, en su mayoría, inventos, algunos muy antojadizos y forzados. La música de compositores académicos se restringe a espacios camerísticos y de conciertos. Las ∼800 canciones recopiladas en “El Pendón musical de Arequipa” de Juan Guillermo Carpio Muñoz son un misterio. Algunos artistas intentarán nuevos temas y propuestas, pero Arequipa es conservadora in extremis. Hasta el concurso de música arequipeña de la MPA tiene sus bases mal hechas.
Mención especial para el wititi, danza emparentada culturalmente al Altiplano (Cabanas y “Colla”-guas), por eso es la seleccionada para la Candelaria. Otra cosa es que, a falta de elementos que poner en vitrina, el empresariado arequipeño la trajo a la ciudad para utilizarla y reivindicarla a como de lugar. Anteriormente fue incorporado el huayno chuquibambino al repertorio tradicional de la ciudad gracias a Los Errantes, pero es curioso que nadie mencione ni por asomo a la huayllacha. ¿Será porque sus letras están en quechua?
Arequipa ciudad es, histórica, cultural y geográficamente, una extensión del Altiplano, una ciudad con particulares mestizajes pero esencialmente andina, con tres enormes volcanes en frente que lo recuerdan a diario.
Recomendaría más “amistad” y menos “terror”.

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