Por Pamela Cáceres
Al igual que otros mestizos, como el Inca Garcilaso de la Vega, Arguedas sufrió el conflicto de vivir entre dos mundos. A pesar de ser de familia criolla pasó su niñez en compañía de indígenas de la sierra peruana y luego se educó profesionalmente en Lima, en un mundo occidentalizado. La mayor parte de su obra la escribió en la capital pero los referentes, la temática nació de las experiencias en el ande que lo marcaron de por vida y le sirvieron para construir un universo literario rico en referencias antropológicas y etnográficas.
En el Primer Encuentro de de Narradores en realizado en nuestra ciudad, en 1965, Arguedas contó lo siguiente:
Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: yo soy hechura de mi madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeño me dejó en la casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad del pueblo, tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios decidió que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí… Sobre unos pellejos y una frazada un poco sucia, pero bien abrigadora, pasaba las noches conversando y viviendo tan bien que si mi madrastra lo hubiera sabido me hubiera llevado a su lado donde sí me hubiera atormentado.
La desgracia lo decidió así: cuando tenía dos años Arguedas perdió a su madre Victoria Altamirano Navarro. Eran tres hijos. Su padre, Víctor Arguedas, imposibilitado para atenderlos, entregó el menor a una de sus hermanas, a José María lo llevo a casa de sus padres y se fue con Arístides, el mayor, a trabajar como juez a la provincia de Lucanas en la pobre y conflictiva ciudad de Ayacucho. Luego el juez se casó allí con una viuda hacendada, que fue la madrastra.
Lo peor de esta época fue que algunas veces la pareja de esposos dejaba al niño José María al cuidado del hermanastro Pablo Pacheco, quien, según los biógrafos, lo obligó a presenciar una violación a una sirvienta india de la hacienda. Posiblemente por ello el abuso sexual sea una constante en la obra arguediana.
José María huyó del dominio de su madrastra a los diez años; junto a su hermano Arístides se fueron a la hacienda Viseca propiedad de un tío, donde siguió conviviendo con la población indígena del lugar hasta que su padre lo recogió y lo llevó como acompañante en sus múltiples viajes por distintos pueblos de la sierra. Víctor Arguedas fue destituido de su cargo de juez por su oposición al gobierno de Leguía. Estos años serían fundamentales para la construcción del mundo literario arguediano.
Después de la secundaría ingresó en la Universidad Mayor de San Marcos para estudiar Literatura. Cuando su padre murió José María tuvo que trabajar como empleado de correos para mantenerse. Después se convirtió en maestro, enseñó en provincias, institutos y universidades, pero además trabajó como etnólogo y antropólogo. Paralelamente fue funcionario en instituciones estatales que protegían el arte popular andino.
Participó en una protesta en Defensa de la República Española por lo que fue apresado durante un año en el Sexto. Su primera esposa fue Celia Bustamante, de la cual se enamoró en prisión, pues ella lo visitaba constantemente en esa época.
Su posición de izquierda fue siempre explícita, brindó sus simpatías a las rebeliones en provincias y a la revolución de Cuba. Los últimos días antes de su muerte mantuvo una sentida correspondencia con Hugo Blanco, dirigente de una levantamiento en la sierra cusqueña.
En 1965 se divorcia de Celia Bustamante y en 1967 se casa con la chilena Sybila Arredondo, de marcada militancia izquierdista y que luego sería apresada por su participación en el grupo MRTA. Las crisis nerviosas se incrementan y en una ocasión intenta suicidarse en su oficina del Museo de la Nación, viaja a Chile y a distintos departamentos del Perú entre ellos Arequipa, para tratar de reponerse, no lo logra y finalmente se suicida en la Universidad Agraria la Molina en 1969. En el Último diario de “El zorro de arriba y el zorro de abajo” escribió:
He luchado contra la muerte o creo haber luchado contra la muerte, muy de frente escribiendo este quejoso y entrecortado relato. Yo tenía pocos y débiles aliados, inseguros, los de allá han vencido. Son fuertes y están bien resguardados por mi propia carne. Este desigual relato es imagen de la desigual pelea.