Por Fátima Carrasco
Dino Buzzati fue polifacético: escenógrafo, pintor, libretista, poeta y novelista, pero sólo se consideraba periodista, oficio que desempeñó toda su vida. De sus otras grandes aficiones -la naturaleza, la zona montañosa prealpina de los Dolomitas- dejó constancia en obras como “Bárnabo de las Montañas”, escrita en 1933, cuando Buzzati tenía 27 años. El protagonista es Bárnabo, un joven guardabosque de San Nicola, en el valle de las Gravas.
“El Secreto del Bosque Viejo”, escrita para niños y adultos, está ambientada en el verano de 1925 y su protagonista es el coronel Sebastiano Procolo, quien viaja a una apartada comarca por causa de una herencia.
Pero el prolífico Buzzati, a quien Cortázar menciona en su “Rayuela”, fue conocido principalmente por su inquietante y según algunos por su kafkiana novela “El Desierto de los Tártaros”, editada en 1940. El personaje principal de ésta crónica del desasosiego y la indefensión frente a las circunstancias existenciales es el oficial Giovanni Drogo, quien es destinado de forma provisional -en teoría- a la Fortaleza Bastiani, en una apartada zona desértica en la más amplia acepción del término, donde languidece todo ente. La exactitud de su prosa se evidencia en ésta historia más que kafkiana, hiperrealista, en la cual mosquitos en una telaraña, los antropoides nos vemos atrapados por ¿la vida?, ¿el azar?, ¿las obligaciones? que tuercen sin remisión alguna nuestra existencia: “sin embargo, una fuerza desconocida trabajaba contra su regreso a la ciudad, quizás brotaba de su propia alma, sin que él lo advirtiera”.
La estancia de pocos meses se alarga por causas ajenas a su voluntad, con el breve intervalo de un permiso para visitar su ciudad y a su familia: “su madre no había contestado, los pasos nocturnos del hijo ya no podían despertarla como antaño, se habían vuelto ajenos, como si su sueño hubiera cambiado con el tiempo… Pero le quedaba, mientras se disponía a meterse en la cama, una impresión amarga, como si el afecto de antaño se hubiera empañado, como si entre ellos el tiempo y la lejanía hubiera extendido lentamente un velo de separación”.
Su libro de relatos “Los Siete Mensajeros”, editado en 1941, reforzó la tendencia a clasificarlo como una especie de Kafka mediterráneo. Pero la obra de Buzzati tiene muchos matices, que se evidencian en cuentos como “El derrumbe de la Baliverna”, “La Capa” o “Sombra del Sur”. Sus 60 Cuentos, editados en 1958 recibieron el Premio Strega. En “Muchacha que Cae, Algo había Pasado” -sobre los trenes a los campos de exterminio- Buzzati diserta sobre la impotencia. Y la melancolía preside micrrorrelatos como “¿Quién llama?”, “Napoleone”, “Invitaciones Superfluas”, “En el Médico”, “Plenilunio” (que tiene el aire mágico-triste e inolvidable de “La Noche de los Sprunkos”): “En el Plenilunio, que transforma la pobre apariencia del día en el paraíso en que sería hermoso naufragar para siempre, las cosas de la infancia, intactas mientras nosotros nos despeñamos por el pozo de la existencia, también tratan de hablarme”. O “Desgaste”: “(y entonces pensé en la melancolía de los carteros, cobradores, vendedores, que pasan la vida corriendo de acá para allá llevando nuestras cosas durante toda su vida, y nosotros no conocemos ni siquiera su nombre)”.
Escribió también una especie de trilogía de la que forma parte su metafísica “El Gran Retrato”, ambientada en 1972, con el profesor Ermano Ismani, catedrático de Electrónica, “quien siempre había tenido un complejo de inferioridad ante la autoridad constituida” como personaje principal.
La personalidad del autor se manifiesta en “Los Bultos del Jardín”: “Puede pasar que por culpa de mi maldito carácter muera solo como un perro al final de un pasillo viejo y desierto. Sin embargo, esa noche un personaje tropezará con el bultito surgido en el jardín…y cada vez pensará (perdonad mis esperanzas con una punta de nostalgia) en cierto tipo que se llama Dino Buzzati”.