Entrevista vigente
A pesar de que la radio es tan popular —o quizá por eso— los historiadores le prestan poquísima atención. Una nativa de Camaná, Jacqueline Oyarce Cruz, formada como periodista en Chile, en Méjico y Alemania, ha sido probablemente la primera (aparte de Héctor Ballón Lozada) en tomar con seriedad el tema de los inicios de la Radio. Ha publicado el libro “Orígenes de la radiodifusión en el sur del Perú”.
Aprovechando su imprevista visita a nuestra ciudad hace más de diez años, la entrevistamos acerca de su libro. Como sus investigaciones siguen vigentes, recordamos la conversación sostenida.
P.- ¿Cuál fue el propósito de tu investigación?
R.- Descubrir dónde estuvo el origen de la radiodifusión en el Perú. El 19 se realizan en Lima las primeras experiencias técnicas, con Telefunken; y el 25 nace la primera radio oficial, OAX. Pero de inmediato le sigue Arequipa, en 1928 se hacen aquí las primeras pruebas y en 1930 sale Radio Landa, de Máximo Landa Valcárcel, ingeniero arequipeño que había estudiado en Alemania y en Estados Unidos. Instala su primer transmisor en el patio de su casa, en la calle Sucre. Transmite en onda corta y onda larga.
P.- ¿Qué transmitía?
R.- Aunque parezca mentira, hacía periodismo. Hacía comentarios sobre problemas de la ciudad. No había discos, la industria discográfica llega al Perú muy tarde, a fines de los 40. Llegaron de Argentina, por Cusco. Landa lleva a su radio a los cantantes, las bandas, los declamadores.
Transmitía por las noches. Arequipa no tenía electricidad durante el día en esos tiempos. Solo gente de mucho dinero contaba con el servicio de electricidad, cuatro horas al día; y solamente en el centro de la ciudad. Radio Landa estaba frente a la empresa de electricidad, justamente.
Además, tener un aparato radial era carísimo.
P.- ¿Y cómo fue en el resto del Perú?
R.- Lo que descubrí luego fue que recién en el 50 aparece la radio en Tumbes, ¡veinte años después! El norte espera que Radio Nacional instale sus filiales. No existe como en el sur, el orgullo de haberlo adquirido con sus propias manos. Aquí el sujeto de la enunciación está en su propia zona. Era gente que se aventuraba solo por el orgullo de traer la tecnología; no era un negocio. Al comienzo Max Landa pagaba a las empresas por que trajeran su publicidad.
P.- ¿Quiénes siguen?
R.- Radio Arequipa, y después Continental. Y poco después Radio Universidad. Continental la fundan los Umbert, que primero van a Ica; en el 40 vienen para retransmitir el Primer Congreso Eucarístico Bolivariano, y se quedan aquí.
P.- ¿Cómo era la programación en esos años?
R.- Se leían noticias, se leían comentarios escritos. En esta primera etapa el “Auditorio” era esencial. Todas las radios tenían auditorio, y los artistas locales hacían sus presentaciones en vivo, con público incluido. Eso se transmitía.
P.- ¿Y los locutores profesionales, cuándo aparecen?
R.- El primero es Fernández Stoll, en OAX, en Lima, en 1924. Era un hombre de teatro que lo llamaron para leer noticias. Y esa fue la pauta nacional. Aquí pasó lo mismo, fueron los actores los que trabajaron en las radios como locutores. Ramírez Lazo, Martínez Morosini, y otros, son gente con experiencia en teatro, o radioteatro, que luego se convierten en locutores cuasi profesionales. O bien eran los animadores y pre-sentadores de los colegios locales, algunos declamadores. Donde hubiera gente con buena voz, allí se reclutaban locutores.
P.- ¿Cómo y cuándo surge el periodismo radial?
R.- Lo primero que se hace es leer los periódicos nacionales o copiar las noticias de onda corta, de las radio extranjeras; o “darle vuelta” a las noticias de otros medios. Hasta ahora eso se hace. Son muy pocas las radios que hacen verdadero periodismo, con gente que investiga, que escribe: casi todo se limita al “comentario”, a la opinión; es más barato.
Quizá los primeros periodistas radiales han sido los deportivos, los que transmitían las carreras, el fútbol, eventos que el periódico no podía cubrir tan pronto. Las carreras de autos eran verdaderas hazañas de cooperación: varias radios cada una con su gente entraban en cadena.
P.- ¿Crees que es justa la fama de los locutores arequipeños?
R.- Por supuesto. De aquí salieron José Sagar Bejarano, Alfredo Bernal Murillo, Humberto Martínez Morosini, luego Iván Márquez, Zenaida Solis y muchos otros. Tenían fama de hablar muy bien el castellano y de ser muy trabajadores.
P.- ¿Tenía la radio características locales? ¿Qué nos diferenciaba de Lima?
R.- Cada radio local tenía su propia personalidad, atendía a los asuntos de su región, pasaba su propia música, sus artistas. Aún hoy, las radios de los lugares más alejados no se parecen en nada a las de Lima; comunican a su comunidad, discuten sobre los problemas caseros; en el caso de un corte de agua, un temblor, un incendio nadie sin-toniza radios de la capital. Eso también es la radio peruana.
Hasta que aparecen las grandes cadenas nacionales con sede en Lima, en los setenta, cada ciudad tenía su radio con imagen propia. Y mientras más te alejas de Lima, encuentras radios con más carácter. La radio es como el Perú: premoderna, moderna y posmoderna.
P.- Pero el rating se lo llevan las radios de Lima.
R.- No es verdad. Yo trabajé muchos años en RPP. Nos decían que éramos la radio más sintonizada del Perú. Pero a lo largo de mi investigación he visto que la sintonía se mueve mucho, cambia, varía de lugar a lugar. Las encuestas se hacen entre cierto público que está a la mano, en lugares muy bien seleccionados, con gente que responde lo que se le pide que responda. Y por último, los ratings se venden. Yo no creo en ellos.
P.- ¿Y cuáles fueron las conclusiones a las que has llegado?
R.- La primera, que las ciudades que tienen mayor desarrollo tecnológico y científico a comienzos del siglo XX fueron las primeras en contar con radiodifusión. La segunda, el medio de comunicación sirve en el primer momento a las clases dominantes; no sé si eran conscientes de ello o no, pero produjo una masificación del gusto popular. En un segundo momento la radio en cambio se convierte en una plataforma de reivindicaciones populares. Otra conclusión es que en localidades donde hay una vida cultural fuerte, un imaginario bien definido, la radio es creativa, forma parte de la identidad local; en cambio, donde no hay imaginación, personalidad, la radio es solo repetidora de las cadenas nacionales, o sino imitadora, una mala copia del estilo de las radios de la capital.