Conversación con José Castro Urioste
Del 25 al 27 de junio la Escuela de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa organizó un Seminario Taller de tres días sobre Dramaturgia. El primero en ocupar el escenario del Auditorio Mario Vargas Llosa, un día miércoles, fue el dramaturgo José Castro Urioste, autor, director, profesor de escritura en la Universidad de Purdue, Estados Unidos.
Transcribimos aquí parte de las preguntas formuladas por los alumnos asistentes y las respuestas a cargo del artista invitado.
¿De qué trata su última obra, “Entre Nos”?
Es un unipersonal que trata sobre el Alzheimer. La presentamos hace dos semanas en Buenos Aires. La mostré a una colega argentina y ella se interesó en montarla. Aunque habla del Alzheimer, va más allá de los contextos.
¿Influye el lugar donde presenta sus obras sobre el éxito de las mismas?
Pregunta difícil. Hay obras que presenté en Lima con relativo éxito y cuando las llevé a Estados Unidos, que es un lugar con menos receptividad para obras en español, no fue igual. Pero en Chicago hemos vuelto a hacer “Ceviche en Pittsburg” después de veinticinco años y llenamos el teatro. Era una obra que habla de los peruanos, pero también habla de otras comunidades de manera indirecta.
¿Hay algo que caracterice a la dramaturgia peruana?
Como no vivo permanentemente en el país no me siento autorizado para responder a su pregunta. Solo hay algo que podría decirle. La estética de la dramaturgia peruana es bastante limeña. El Perú es un país fuertemente centralista por causas históricas que aún continúan, las obras limeñas marcan ciertas estéticas que afuera se piensa que son EL teatro peruano. Pero hay otras vertientes que no se ubican en Lima, y desde Lima se las ve con mucha indiferencia.
Cuándo uno concibe una buena idea, ¿cómo puede convertirla en una buena obra?
Eso nunca se sabe. Muchas veces una primera idea se va transformando en el camino. Cuando se escribe un cuento es muy distinto. El cuento es como una foto, uno ve el principio y el final del cuento y luego trata de hacer las conexiones.
En el teatro las circunstancias te pueden cambiar el argumento. Tu idea te dirá empieza por acá, pero hay veces que la versión final no empieza por ahí. Para escribir empieza por la primera línea, aunque esa al final no quede en el libreto.
Escribir es un acto de reescribir. La primera versión no es la final, jamás.
Si uno tiene buenos amigos que te van a decir la verdad te pueden decir ese no es el camino, entra por acá.
¿De dónde saca sus historias? ¿Son personales o se la cuentan o son historias que le pasan a otro?
Todas las posibilidades. Al reescribir se mezclan diversas fuentes de información, las de su experiencia, las que le contaron, las que leyó, al final todo queda mezclado.
La dramaturgia es también un acto de memoria. Muchos escritores y escritoras han dejado de producir porque la memoria ya no les funciona. Ya no tienen material. Por eso digo que hay que usarlo todo, tu experiencia y la de otros.
¿Y usted alguna vez ha tenido un bloqueo creativo? ¿Cómo se puede solucionar una situación así?
Cuando trabajo en un proyecto largo tengo cuatro o cinco puntos preparados para escribir (Esto no es mío sino un consejo de Hemingway), el último punto no lo escribo, de ese modo al día siguiente ya sé lo que tengo que escribir. Al mismo tiempo reviso lo anterior, y revisar es una forma de volver a empaparse en el asunto.
Pero hay veces, sobre todo en obras largas, que uno se cansa, ya no tiene ganas de escribir. Entonces viene el reto de sentarse a la computadora y obligarse a trabajar.
¿El público influye en su manera de escribir?
La literatura es una forma de comunicación, uno escribe para alguien; pero el público no te puede determinar. El público importa sí, pero no para complacerlo sino para invitarlo a pensar.
¿Y cómo se puede involucrar al público en la obra?
No hay una sola respuesta. En “Entre nos” la actriz en un momento está dialogando con el público, le habla directamente. En una obra que vi, en Teatro Plaza, con actores que sufren de autismo, al final hay un baile, el público se sube al escenario y baila con los actores. Es el “Hamlet” más alegre que he visto en mi vida.