Por: Melissa Medina Palza
Dubliners es una colección de quince relatos cortos escritos por James Joyce entre 1904 y 1907, aunque no se publicó hasta 1914 por problemas con la censura y el temor a represalias legales por la crudeza de su argumento. Mucho antes del Ulises experimental laudado y altamente complejo a nivel estructural, Dublineses es quizá una de las obras de Joyce más accesibles para el lector, en primera instancia al menos. No obstante, la simpleza anecdótica en la cotidianidad de los habitantes de Dublín a principios del siglo XX puede llegar a confundir en gran medida la profundidad dialéctica general pretendida.
Joyce presenta a Dublín como una ciudad que adolece de una parálisis no catatónica, moralmente estancada y asfixiada en la incapacidad de salir de ésta. Sus personajes —niños, jóvenes y adultos— representan de manera íntegra la totalidad de la vida sepia del ciudadano paralizado. Cada relato cuenta no solo la historia propia, sino que todas giran en torno a una búsqueda en la ceguera: protagonistas que en cierto punto llegan a un momento epifánico ante el cual muchas veces serán incapaces de actuar, donde a pesar de ver y saber lo que será del futuro el estancamiento será demasiado profundo, bastándose de excusas o carencias para proseguir bajo la misma perspectiva.
La forma es densa y pesada; el lenguaje es sobrio, contenido, con una prosa económica no gratuita, sin florituras obvias más sí quizá barrocas. El fondo es trasiego, fluctúa entre el simbolismo individual y el colectivo de la serie. Esta particularidad aneja matiza el paisaje dublinés de tonos grises y azulados, de frío e indiferencia y del sopor falto de voluntades.
El hastío encarnado en la composición oracional obrará en función de la dinámica dialógica obstruyendo la inmersión plena, hará del lector espectador del frío en la vida de la capital irlandesa a inicios del siglo XX, permitiendo observar desde un cristal las encharcadas vidas dublinesas. Carecerá de sentimentalismos o empatía al entumecimiento secular enraizado en cada nimio instante de la vida atemporal del ciudadano común caracterizado.
Entre los cuentos más destacados se encuentra Los muertos (The Dead), el último, que sirve como conclusión, y el más célebre de la colección. Es la historia de un despertar tardío después de la muerte.
Por otra parte, Arabia (Araby), es un breve relato altamente simbólico, una tragedia de la inevitabilidad del tiempo y la incapacidad del futuro. Eveline muestra la parálisis ante la posibilidad de escapar de una vida que la tiene estancada. De manera curiosa estos entrelazan la dinámica estructural completa de Dublineses, fungen tanto en la infancia, juventud, adolescencia e incluso la muerte o después de ella. Será una cadena de repetición y rutina sonora en cada ficción de la serie antologada, gozará de un eco constante sin dirección obvia.
Dublineses fue recibida con tibieza y confusión, sentimiento que aun embargará al lector promedio en su primera lectura, es propio destacar su magistral desencanto con la sociedad y beber de los matices que, por extraño que parezca, se encuentran presentes en la sociedad actual más allá de Dublín, más allá de Irlanda.
Dublineses es una obra que merece la relectura, el ojo crítico y el espacio para la meditación y la aceptación de la parálisis en uno y en todos.
(Escuela de Literatura, UNSA)