Certificado de artista

Por Ramiro Pareja

Por enésima vez me siento a pensar y escribir sobre algo sobre lo que tengo mucho interés, pero casi siempre no paso de unos renglones. Tal vez porque asumo que es un asunto claro para mí, pero reconozco que no es fácil explicarlo a otros.

Aunque no haya consenso en cuanto al significado de “profesión”, es cierto que hay algunas ocupaciones, actividades a las que se busca oficializar de esa manera, para que en el ámbito social luzcan como categoría o merezcan reconocimiento. Esto me lleva a recordar no pocas conversaciones que suelen acabar en discusiones por lo general agrias.

El asunto que aquí me trae es aquel afán de conseguir una carta o certificado de valía para quien lo tiene, y la consiguiente duda sobre quien no lo tiene y pretende hacer algo en el mundo de la cultura. La idea de que es impostergable un estudio oficial de arte.

En un coloquio que reunía a muchos jóvenes, especialmente estudiantes de artes plásticas, egresados, gestores culturales o críticos de arte, casi todos expresaron el convencimiento de que un título y un estudio son garantía para su futuro.

Cinco años de estudios de arte no son garantía de nada, en un medio donde el título por lo general cuenta poco, casi nada. Otra cosa es que alguien estudie arte por interés absolutamente personal, buscando excelencia, calidad y maestría; un cartón impreso no implica todo esto. Si lo que se busca es un título de profesor escolar, es otro tema, pero esperar que de allí se salga artista, es engañarse.

El arte como carrera o profesión no es garantía de nada. Es un gran engaño pensar que una vez terminado asegura algo. Quienes crean eso que se lo piensen dos veces. Que haya escuelas de arte me parece bien, en tanto lugar para aprender un oficio, pero no para formarse como artista. Esa es una labor y esfuerzo de cada persona que persiga eso durante toda una vida.

Quien quiera ser artista, lo tiene que trabajar personalmente. Introspección y análisis personal. Contrastar el recorrido hecho por otros artistas y lo que supone de esfuerzo y entrega. Para ello no se tiene que prometer ni jurar ante nadie. El artista se hace, poco a poco, con muchas caídas y frustraciones y también algunos logros. No hay caminos de rosas desde el primer tramo de la senda escogida.  Las tendencias, las modas, las corrientes. Todas pasan.

El verdadero artista está fuera de ese torrente, peligroso por demás, pues nos arrastra y de pronto nos encontramos en un lugar indeseado. La política, las ideologías, las teorías, la historia, la religión, la ciencia y todas sus ramas, las humanidades, el comunismo, el capitalismo y todo lo que se nos ocurra aumentar en esta escueta relación, son asuntos que, como seres humanos y artistas nos pueden interesar, conmover; pero coger uno de estos asuntos como razón y motor del contenido de la obra es algo de lo que desconfío sobremanera. Creo que el arte no sirve para algo específico. Puedo ser religioso o ateo en el ámbito privado, pero que eso marque la razón de ser de la obra, el proselitismo, es algo que me aleja de lo que significa el arte.

El Arte es mi mundo, mi referencia para relacionarme con mis semejantes, para compartir u ofrecer lo mismo que otros, pero desde ángulos diferentes; palabras y melodías que nos pueden llevar a ámbitos similares o iguales.

Soy consciente también de que el arte puede cambiar las formas de ver el mundo exterior, hacernos hablar sutilmente de muchas cosas que por otro medio resultan incluso incomodas. Quienes tienen la virtud de hacerlo, bien, pero eso aunque una virtud destacable, no puedo considerarlo un fin en sí. Cuando se me empieza a pontificar y marcar direcciones únicas, siento que eso me aparta de lo que he aprendido a considerar el arte para mí.

Me causa estupor que en los medios o presentaciones en vivo se siga considerando que el mundo de la creación se tiene que plegar o someter a criterios y fines que, de forma directa o sutil so pena de ser descalificado como artista por no dejarse llevar por la corriente, te pueden condenar al ostracismo. De pronto nos llueven descalificaciones si no hacemos arte político, arte ecológico, arte por las minorías, pueblos indígenas, arte de denuncia, etc.

Por otro lado, desde que el arte de la pintura cayó preso del sistema comercial que ejerce un control férreo sobre la producción de lo que interesa a los clientes y la necesidad de mantener un mercado, aparecen menos obras y autores que al margen de novedad puedan ofrecer un mundo observado con sensibilidad propia, en el cual el lenguaje, fondo y forma sean enriquecedores.

Como artistas estamos destinados a ser libres y proclamarlo. El arte bueno y trascendente surge de la posibilidad de decidir y expresar sin temores lo que recibimos del mundo, de la realidad; y del esfuerzo para expresar, comunicar de forma sensible todo lo que nos une por sernos común, cada cual desde el ámbito donde nos encontramos, sin dejar de lado lo humano que es lo universal y nos une como especie.