El escritor y el mercado editorial

Por Frank Cuno Ramos y Carlos Moncada Vega

Desde que ganó el Premio Nacional de Literatura Juvenil e Infantil el escritor moqueguano Gerónimo (Yero) Chuquicaña, egresado de la Escuela de Literatura de la UNSA, ha ido ascendiendo en su carrera y hoy es uno de los representativos de la nueva generación nacional. Lo hemos entrevistado acerca de los delicados vínculos que hay entre el artista, su obra y el mercado.

 

¿Qué es para ti la ficción?

YCh. Desde el punto de vista más sencillo, la ficción es invención, crear a partir de la realidad. Y tiene mucho que ver con la imaginación. La ficción está en todas partes, en el cine, en los cómics, en el teatro, incluso en las noticias, se crean ficciones por el tiempo, para determinados fines.

En la literatura tiene que ver mucho la forma en la que se construye a través de las palabras, qué palabras usar para construir esta mentira que es bella. Para mí la ficción en la literatura es mentir, mentir de una forma elegante.

Y en cuanto a la segunda pregunta, me considero un autor de ficción porque, si bien alguna de las cosas que he escrito parte directamente de mi experiencia como persona, siempre la he llevado hacia un terreno distinto. O sea, a completar un espacio vacío con más mentiras, con la exageración, con la imaginación, la invención. Y por eso yo sí me considero un escritor de ficción. No de autoficción o no ficción.

Hay personas que podrían ver tu obra como autobiográfica. ¿Es correcto que la lean así?

A cada autor en particular, me parece que se intenta perfilarlo; mostrarlo de cierta forma para que un público determinado pueda acceder a su obra.

Una cosa es escribir y mantener el material oculto o archivado, y otra cosa es publicarlo. Y luego, no solo publicarlo, también afrontar a los lectores, a las presentaciones, los conversatorios, incluso a este tipo de preguntas.

Cuando un autor decide exponer su obra, las editoriales necesitan venderla. Y tus libros son lanzados como pequeños éxitos. ¿Quién crea el libro? Muchas veces lo que es el libro en realidad no corresponde con lo que están vendiendo.

En ese aspecto no me considero un autor de nicho, alguien que escribe para muy poca gente. Desde el primer libro que he publicado quería tocar temas comunes con un lenguaje sencillo, accesible, para tener la mayor cantidad posible de lectores, para que nadie tuviera un problema al momento de leer. Y, al contrario, que se pudiera identificar con cualquiera de estas lecturas. Sin embargo, en cualquier cuento, en cualquier tema que toco en una de estas historias siempre intento mostrar o demostrar algo más, algo extra, de forma sutil.

Sí, los libros que he escrito quieren entrar fácilmente al mercado, a los lectores, pero al mismo tiempo intentan ofrecer una perspectiva distinta. Si nos quedáramos con el mensaje explícito de la lectura, ya sería suficiente para algunos. Pero me gusta que puedan, tal vez, elaborar sus propias opiniones, incluso teorías, analizarlo, e incluso hacer estudios. Por ahí, sobre alguna de mis historias se han hecho artículos, hasta tesis.

P: Entonces, ¿el lector da la complejidad? Pero hay un tipo de manipulación editorial. ¿Qué crees respecto a esta manipulación?

YCh: Las editoriales son empresas formales. Hay las que simplemente van a publicar tanto libro como se pueda, a diestra y siniestra, porque es su forma de vida. ¿Hay editoriales manipuladoras? Hay. Pero también hay otras que a pesar de que son pequeñas intentan sobrevivir. Intentan entregar cierta vitalidad en sus productos, en sus obras, en sus libros. Y eso hay que rescatar.

Pero allí, lamentablemente, el público puede tardar.

YCh: Meterse a esto de la literatura, ser publicado, es un negocio, sí, pero también es un trabajo, una chamba que requiere, por ejemplo, que un escritor, digamos, de provincia, joven, que no tiene conexiones, que no tiene nombre, que no lo conoce nadie, necesariamente debe ir a uno que otro lugar a presentarse, tal vez viajar a otras ferias, ir hasta colegios para que lo puedan tomar un poco en serio, para que lo puedan conocer.

Ojalá fuera simplemente escribir un libro, y se acabó. Pero si quieres progresar en este mundo editorial, fíjate como parte de una marca. Eres tal autor, tienes tales libros, haces tales cosas, incluso debes adecuarte a las exigencias de marketing actual, hacer videos, reels, publicaciones constantes.

Tal vez eso desvirtúa un poco el trabajo del escritor que es simplemente llevar sus ideas al papel. Pero como te decía, o tomas el paquete completo o simplemente públicas y dejas que el tiempo haga su trabajo, condicionado a que tal vez nunca pase nada, que quede simplemente enterrado en los folletos del tiempo, y pase desapercibido.

Entonces, publicar está bien. Hay editoriales honestas y hay editoriales que te embaucan, hay editoriales que solo quieren publicar para generar más beneficios para ellos.

Pero me parece que cualquiera sea la editorial, tienes que poner mucho trabajo propio, o sea: hay que venderte prácticamente, vender una figura del escritor, lanzarse y representarse, tal vez estar constantemente en exposición. Eso para algunos es venderse y traicionarse.

Para alguien que realmente está comprometido con la literatura, tal vez entregarse de esa manera a un público que ni siquiera lo necesita puede verse como una traición de sus ideales; pero también deben entender que hacer lo otro es un trabajo que tal vez no va a remunerarte de ninguna forma, nada, pero sí puedes conseguir ese reconocimiento.

Por eso a mí me gusta mucho cuando me preguntan si puedes hacer esto, visitar el colegio, ir acá un rato a hablar. No hay problema, digo. De a poquitos eso suma, es parte de mi campaña de escritor, de intentar que estos libros al momento se vendan, para que terminen en ojos de buenos lectores que van a pasarlo a otro lector tal vez, y así se va difundiendo.

He visto que hiciste poesía, también cuentos, pero no novela.

YCh: Sí, me sentía muy cómodo en cuento porque es accesible, es corto, puedes hacer muchos intentos y no te vas a arrepentir; fallas, puedes volver a empezar. Pero imagínate que te pones a escribir una novela, tienes veinte o treinta páginas, llegas a la página 50 y dices, ya no puedo más. Lo pasas a leer y te dicen esto es un desperdicio, perdiste 50 páginas.

El cuento, el realismo es la corriente a la que me he pegado. Me gusta retratar las cosas tal cual son; bueno, lo máximo posible.

Pero siento que ya llega un punto en el que seguir haciendo lo mismo puede ser un poco cansado. Quiero escribir una novela que ya no solo abarque un tema o un par de temas, sino que englobe muchas cosas. Y tal vez ya no solo realismo, sino algo más, otros temas, elementos fantásticos que no suelo incluir mucho en mis relatos. Es una de mis metas.

No descarto que en el futuro pueda escribir cosas que en un momento quise, como ciencia ficción, fantasía, incluso más temas que no suelo tocar. Siento que ya es momento de escribir una novela.

¿Por qué el título “Falsos cuentos”?

Y.Ch: He estado en contacto con muchas personas de muchas partes, de muchas edades: les cuesta a veces diferenciar qué es una ficción. Incluso con familiares, con mi madre: “¿Por qué has hecho esto, hijito?” Pensando que mis cuentos son una confesión de algo. Entonces, para diferenciar qué es una mentira y qué es verdad, necesariamente he tenido que ponerle “Falsos cuentos” Como una contradicción. Estos son cuentos y son falsos. No es verdad. Es mentira.

Me ha pasado con gente de otros lados, fui a un penal, a hablar de mis libros. Los lectores de esa institución leyeron, les gustó, les encantó, pero dijeron yo conozco a tal persona, yo conozco a tal otra persona.  Les he tenido que explicar que eso, a pesar de que tú sientas que es familiar o real para ti, en realidad es una mentira, es una ficción, una exageración que yo construí con mi imaginación.

Hay gente que penetra muy rápido en la ficción, pero también hay gente que tiene problemas para discernir qué es real y qué no es. Algunos lo toman como un documento. Entonces, en mi caso, para mí es importante decirles a algunos que estos relatos son ficción.

Pero, sí, luego ya no he seguido esa fórmula; he escrito libros en los que las cosas son alejadas de la realidad, que ya no es necesario decir esto es libro de ficción. Tengo un libro para niños donde los protagonistas son perros, ¿qué pasó con el zorrito Runrún? ¿Qué es lo gracioso ahí?, que esa historia está inspirada en un hecho real, es agradable ver cómo la ficción y la realidad se están apoyando mutuamente.

Entonces, sí, en un momento para mí era importante hacer una separación pero ahora ya no, porque ya es más fácil convocar al público, la gente que me lee también me entiende, y basta hacer a veces una pequeña aclaración para que todos estén conformes con lo que están leyendo.