Roberto Dylan

Un apasionado perfil de Bob Dylan

 

Comienzos guitarrescos que se alimentan de una armónica desastrosamente tentadora. Un prólogo perfecto para aquella voz rasposa y desaliñada. Imposible no reconocerlo ni adivinarse en su lenguaje.

Más que canciones son libelos, más que libelos son poemas. Una boca que se manifiesta por una generación, un portavoz que nunca quiso hablar por nadie más. Robert Zimmerman se despide de su nombre: Dylan derroca al Zimmerman y Bob desaloja al Thomas manteniendo al Robert en una entonación más pueril de acuerdo a todos los años que le tomó convertirse en un hombre jove “por siempre joven”. Y definiéndose como un poeta desde el momento en el que adopta el apellido de un lírico digno de su admiración.

Es un músico que ha sido propuesto al Nobel de Literatura más de una vez, pues la esencia de sus canciones, evidentemente, proviene de sus versos: unas letras que conjuran a cualquiera que lo escuche, que contagian su violencia como un virus irrespetuoso, que obligan al pasivo a cuestionarse, mientras que al hombre de acción le sirve de combustible.

Para Dylan sus padres musicales poblaban sobre todo el espacio del folk. Lo que logró hacer con este género musical lo dice él en su crónica: «Siempre se puede presentar una oportunidad de convertir algo que ya existe en algo que aún no había tomado forma». Dice de él mismo que en realidad nunca fue más que un «músico folk que contemplaba la neblina grisácea con ojos cegados por las lágrimas y componía canciones que flotaban en una bruma luminosa».

Por otro lado tuvo sus respectivos padres literarios: en la prosa, durante algunos años fue un gran admirador del escritor beat Jack Kerouac cuya novela, “On the road” fue como una Biblia para él. Dentro del ambiente beat el poeta Allen Ginsberg dijo que Bob Dylan era el único hombre que había logrado parecerse a su propia respiración.

Su relación con ese lado literario tuvo un fuerte peso en su producción. Pero sobre todo las letras de Dylan tienen una gran influencia surrealista, esto nadie lo podrá negar después de escuchar, por ejemplo, “Ballad of a thin man”, en donde existe una atmósfera de pesadilla verdaderamente acosadora.

Cuando superó a Kerouac se negó a la orfandad, así que se refugió en una verdadera Biblia y la religión comenzó contornear los trazos de sus letras, apareciendo así el disco Slow train coming a finales de la década del setenta. Esta temática continúa, aunque la intensidad con la que apareció se ha ido atenuando.

Dylan, como lo dijo Sabina, «es tantos hombres que me pierdo, apenas aprendido te despista». Venía de tan lejos y de tan bajo para convertirse en un mozuelo de cabello abultado que reproducía canciones ajenas, pero siempre conteniendo sus propias ideas y estilo. Luego cambió a los trajes negros, presentándose en el escenario con los ojos eclipsados por la verdad, mirando siempre hacia arriba, hacia la nada, dirigiéndose a un fantasma invisible para los demás, aquellos traidores que convertían al traicionado en el traidor con sus abucheos ignorantes pretendiendo enmudecer su voz, esa voz que nunca se detuvo y logró imponerse a los balbuceos despectivos de sujetos limitados.

El muchacho de la armónica terminó por ser un seguidor del cristianismo, aunque este no retribuyó como es debido la fidelidad de aquel, distorsionando algunas de sus letras, como la de “Blowin in the wind”, una de sus primeras canciones y de las canciones más populares que compuso y que hoy día podemos escuchar en algunas iglesias que victimizan versos maravillosos, para comunicarse con el Señor. Es algo parecido a los crímenes de la publicidad cuyas manos también deformaron su poesía, que disuelven al poeta para vender cualquier porquería a los Señores consumidores.

Todos estos cambios, esta inestabilidad, la volubilidad del poeta se debieron a que este se percató de la ausencia de una persona dentro de él y era preciso encontrarla. Aquel que crea haberlo comprendido habrá comprendido también que esta ausencia de dentro está encarnada fuera de él: la persona que le falta en su interior existe en los hombres que lo han escuchado, que de alguna manera se sienten traducidos por alguien que los comprende minuciosamente.

Es por ello que Dylan habla por muchos más que él, que es un portavoz, aunque nunca pretendió serlo.

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