El poeta Luis Chambilla ha muerto. Reproduzco en su memoria una crónica publicada en septiembre de 2012 en altodelaluna.
Mi experiencia con poetas ha sido deplorable. Salvo dos o tres a quienes considero amigos, no son gente junto a la cual uno quisiera estar. Por eso, cuando leí el artículo de Gabriela Caballero sobre Luis Chambilla (“Queremos tanto a Luis”, octubre de 2011) sentí curiosidad; hace poco que fui a Tacna esperé conocerlo, conversar con él, comprender por qué una escritora respetable dijo tal cosa.
Una noche Luis Chambilla se presentó en el Auditorio de la Municipalidad de Alto de la Alianza como parte del programa de la Feria del Libro 2012 a la que fuimos invitados mi esposa y yo. Llegué al salón cuando cinco poetas ya estaban en la Mesa. Confieso que no soy un buen lector de poesía, los versos tienen que ser brillantes como para que me dé cuenta de ellos. Tengo para mí como un credo lo que dijo Edgar Guzmán cuando me enseñaba en la Escuela de Literatura: “lo bueno de la poesía es que la mala poesía no existe”. Y esa noche de agosto solo uno leyó poemas dignos de existir, un joven alto, de cara alargada y pálida, con algunos problemas en la dicción que sin embargo no deslucían del todo la alta musicalidad de sus versos.
Más tarde fuimos presentados. Lo felicité con sinceridad pura. “Gracias Willard”, me dijo, y nuestra amistad empezó en ese momento. Me obsequió las páginas que había leído. Más tarde, cuando Willy Gonzáles embarcó en taxis al “pettit comité” rumbo al “Zelig” Luis vino con nosotros; y pasamos varias horas entre editores y narradores conversando sobre los momentos más felices y los más risibles de cada quien. Solo Chambilla guardaba silencio, y las pocas veces que trató de intervenir fue callado por alguno que impuso la potencia de su voz y su argumento, pero noté que a él parecía no importarle mucho.
En un extremo de la mesa mi esposa y yo leíamos en silencio los poemas que nos había dado Luis: “En algún lugar del mundo / alguien abre una ventana / y el día entra como un fruto maduro / y, como un fruto maduro / extiende, invisibles, sus aromas. / Entonces pienso / que el sol debería tener un nombre hecho a su medida / para cabalgar ligero sobre el aire / y luego sobre todas las cosas que señala con su mirada / aunque su mirada tenga el tamaño de una ventana”.
La tarde del día siguiente volvimos a encontrarnos en la Feria. Le había pedido que me permita entrevistarlo y vino, trayendo sus dos libros de poesía.
No te conozco, le digo. Háblame de ti.
“Nací en Ilo, y a los doce años vine a Tacna con mi familia, a estudiar la secundaria y luego Educación en Lengua y Literatura, en la Universidad Jorge Basadre”. Creí que eras tacneño, le digo. “Soy de Moquegua, de Tacna, de Arequipa y hasta de Lima. No soy de ningún lugar. He vivido en Arequipa y me gustaría haber nacido allí. He pasado un par de años estudiando una Maestría en Lima. No creo que todos deban ser siempre de algún lugar”. Para mí es convincente, pero le pregunto si su nombre debe figurar en la antología de los poetas de Tacna o en la de Moquegua. “Me da igual”, dice, “pero digamos que vivo aquí más de veinte años y quiero a esta ciudad como si fuera mía”. Tacneño entonces, insisto. “Está bien”.
Quiero saber cómo empieza a leer literatura. “A los seis años. En Ilo no había televisión ni biblioteca, nada con qué divertirse. Tampoco me gustaban los amigos; de modo que me encerraba en la habitación al fondo de mi casa y me ponía a leer los libros de mis hermanos”. Pienso en esa imagen: es verdad, Chambilla tiene el aire de un solitario. Más tarde me lo confirmaría Willy Gonzales, “es bien raro —me dice—, no sale, habla poco y no puede tomar por su enfermedad. Solo lee; es un lector voraz”.
“Mis primeras lecturas literarias fueron extrañas para un niño: Santos Chocano, Rubén Darío, Martí, los Modernistas. Yo creí que escribir poesía era hacer rimas, buscar un ritmo, una sonoridad como de canción para las frases. Solo más tarde descubrí a las vanguardias, el verso libre”, dice, y yo pienso que quizá ese debería ser el camino obligado para todo el que pretenda escribir poesía en estos tiempos en que la musicalidad del poema parece lo de menos. A partir del doctor X en adelante, casi todos los versos cojean.
“Luego leí Octavio Paz y quedé impresionado por su visión de la historia y de la sociedad latinoamericana. Y en los últimos años me interesan cada vez más los poetas norteamericanos: cummings, William Carlos Williams, Roethke, Wallace Stevens y también la generación beat”. Le digo que muy pocos ahora conocen esa poesía, que me extraña, a lo cual responde “No estoy anclado en ninguna poética, leo de todo a la vez para no imitar a nadie”. Quedó bastante claro.
Su padre lo envió a Lima, a seguir la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la San Marcos. Son tiempos de intenso aprendizaje. Hace una investigación de dos años en la Biblioteca Nacional y descubre que la literatura tacneña existe. Lo que no podía encontrar en las bibliotecas de Tacna lo halla en los anaqueles de la antigua casona de la avenida Tacna, en Lima. Y escribe “El movimiento poético tacneño del 70”.
Le pregunto a Luis Chambilla por su primer libro de poesía, “Cantos marginales”. “El 2006, a pedido de William Gonzáles publico ese libro que está signado por la Muerte”.
Gabriela Caballero me ha contado la historia de la precaria salud de Chambilla: sufre de un extraño cáncer estomacal desde que era casi un niño, hay que hacerle constantes transfusiones de sangre, operaciones, tratamientos permanentes. “Y es ese movimiento al borde mismo de la vida el que le da a su poesía un cuerpo lírico”, añade Gabriela. Ella ha escrito que Luis “ante la idea de perderlo todo de pronto ha estado reteniendo cada imagen del hombre y de las cosas”.
En “Cantos marginales” se puede leer lo siguiente: “El segundo anterior a la nada es un anhelo cumplido / ser lluvia pájaro o nube de ensueño vagando al garete / tan lejos del ruido la luz y luego la nada / y luego tan solo la nada”.
Desde los altoparlantes de la Municipalidad la voz de una mujer invita a los pocos transeúntes a pasar al Auditorio y oír a los escritores invitados. Al frente está Polvos Rosados, y más allá los prostíbulos de Tacna. Chambilla me cuenta: “El año 2009 envío una novela al concurso de la Derrama Magisterial y gano el Primer Premio, se llama “La mano que se mueve en la oscuridad”. Presidía el Jurado Guillermo Niño de Guzmán. El libro lo publica la Derrama el 2010 pero no me envía ningún ejemplar hasta ahora. He tenido que mandar a mi hermana que me compre uno en Lima”.
El año pasado, siempre en “Cuadernos del sur”, Luis Chambilla publicó un nuevo libro de poesía, “El cántaro salvaje”. Le pido que me hable de él.
“Es el intento de alejar de mí el sentimiento negativo de la vida. Escribo sobre la naturaleza, sobre la gente que quiero, sobre la esperanza de no morirme tan pronto”. Leo: “Antes que la tarde alcance mi sombra / y disuelva mi voz en el silencio / prefiero cerrar los ojos a la luz del mediodía / y escuchar cómo me desprendo, amorosamente, / de cada mendrugo famélico de mi cuerpo / para volverme / pájaro errante, brizna de la mañana / piedra de la venganza”.
El frío aumenta en la noche de Tacna, paseamos por la plazoleta frente a la Municipalidad de Alto de la Alianza; adentro, los escritores chilenos están presentado sus últimas ediciones. Tengo en mi mochila los poemas que Luis Chambilla leyó la noche anterior; le pido que me comente unos versos antes de despedirnos: “Insolente verso mío / dime, qué has hecho con mis palabras, / hacia dónde has enviado, trastabillando, sus acentos / y en qué remotas regiones hiciste naufragar sus sueños. / Ahora, con qué traicioneras herramientas ofenderé a los poetas / y de qué sutil manera me reiré de sus cantos. / Ahora que se celebra la fantasía huera y el enredo de la lengua / y el verso más valioso es el que dice nada”.
“Me quejo de mi poesía dice—. Lamentablemente yo estoy marcado por mis inicios con el Modernismo y su idea de la musicalidad poética. Me cuesta muchísimo trabajo dar con una melodía para el tema que quiero expresar. A veces una línea se me queda suspendida en el aire por varios meses, hasta que halló la palabra siguiente, la que encaja justo por su extensión, por su sonido de vocales y consonantes con las otras, y dice además eso que me atormenta decir. El lenguaje es un vehículo para la expresión del poeta pero es un mal vehículo, es torpe y limitado, nunca entrega todo lo que uno quisiera transmitir en el verso. Hay poetas que parecen saberlo todo sobre el lenguaje. Mi poema también habla de ellos, con cierto furor incluso, porque escriben muy bien y sin embargo no dicen nada, es pura apariencia de poesía sin ningún sentido humano; y hay gente que los festeja”.
No todos los versos de Luis Chambilla son brillantes pero muchos lo son, y hay un puñado de ellos memorables, poesía llana y pura. Alguien dijo que la poesía es una lucha contra la muerte; debería conocer a este poeta tacneño para saber de qué está hablando.