
Hilda de Almeida Prado Hilst nació el 21 de abril de 1930, en Sao Paulo. Poetisa, narradora, cronista y dramaturga, pasó a la historia como la autora más polémica de la literatura brasileña por el desborde erótico en las escenas narrativas de su novela “La obscena señora”, donde describe candentes episodios que alteran los pensamientos y sensaciones, ya que el eje primordial gira en torno al llamado del cuerpo en flexibilidad a los placeres lascivos.
Hille y Ehud personajes principales del relato, desnudan sus deseos sin restricciones de pudor. La historia comienza después de la muerte de Ehud. Hille, anciana de 60 años, se encuentra en la esquina de las escaleras de su casa, no quiere salir de allí, cuando decide exponerse al exterior, abre la ventana y asoma su rostro adusto; arrugado, provocando en los vecinos el desconcierto inevitable del desagrado. Los recuerdos la transportan al pasado, específicamente, a los inacabables diálogos sostenidos con Ehud, en los cuales comentan sobre la impúdica Lady D quien habla del goce libidinal, porque ve en ello la forma de entender la conmiseración. ‹‹[…] No viene Ehud, yo haré el café. Se cayeron los pechos y no se ven. Ehud, no puedo tener lo que yo no sé, no sé cuál es el sexo del cuerpo, manos, boca. Usted no sabe nada, Ehud, solo estar sentado en la escalera, dime algo, no sabes nada, es que nunca sabes nada (sic) me encuentro a mí misma sin saber››.
“La obscena señora” muestra esa dicotomía entre sexualidad y espiritualidad. Lo sagrado se intensifica en lo profano sin esa limitación que implica la fidelidad. Hille se debate en el dilema del duelo, la pérdida, el hedonismo, ella cree estar en una lucha constante con Dios, busca protección y se siente impotente, el libertinaje, por extraño que parezca, es su manera de estar próxima a la fe. Hille se desprecia sintiendo una rara incapacidad por trastornar esa epifanía pura que la degrada en el sentido ético y estético de la existencia. ‹‹Me encontré a mí misma lejos del centro, de algo que yo no puedo dar un nombre, esos no van a ir a la sacristía, teófaga incestuosa […] Exijo a la luz una ceguera silenciosa, con sesenta años buscando el significado de las cosas. Desamparada, Ehud me dijo Desamparada […] abandonada […] de ahora en adelante te llamaré Sra. D. D. de Desamparada ¿oyó? […] El desamparo, abandono, cada vez el vacío del alma, busco nombres, busco a tientas las esquinas, arrugas, pliegues que acariciar […] en la vida cotidiana hay que observar lo más pequeño, lo absurdo, el mínimo de luz un día, todos entendemos la suerte, un día me voy a entender, Ehud››.
Hilda escribió de este modo, por su arraigada contraposición al academicismo reinante, apasionada por la vida, los seres humanos y los animales, examinó y desbordó los temas tabúes como el acto sexual, el óbito y la religión, con una franqueza inescrutable pocas veces bordeado por los críticos quienes expresaron: ‹‹pobre alma, por qué terminó su carrera escribiendo así, no hubo necesidad de encumbrar a la pornografía […]››. Poco entendida, subestimada hasta el extremo de libidinosa, Hilst rompe con el purismo narrativo revolucionando su prosa desde la tendencia impactante, vigorosa y sensible.
Sus primeras obras “Omen” y “Balada de Alzira”, contienen un lirismo exacerbado que perfilan un lenguaje poético, distanciadas en tiempo y trasfondo de La obscena señora, equilibran la noción creativa estableciendo el paso de los sucesos sublimes al frenesí de las palabras incandescentes. La escritura de Hilda trasciende la forma dando realce a un estado de magia que se refleja en sus personajes de acorde a los marcos referenciales del contexto o contorno histórico ficcional.
¿Cuándo decidió optar por la prosa pornográfica? Cuando estimó que las funciones primigenias del cuerpo no deberían ser sancionadas ni relegadas, en cuanto los procesos pulsionales ayuden a liberar el sumun catártico. Es admisible la variación que se distribuye entre lo sacro y lo libertino, quien haya leído libros metafísicos entenderá que las metáforas van más allá de elementos nominales hacia la maravilla de lo desconocido.
Hilda Hilst pertenece a esa clase de escritoras sintonizadas a los murmullos, sugerencias, necesidades del espíritu fusionado a la materia enajenable, donde el camino certero para la iluminación se encuentra parametrado a las orillas del abismo o de la salvación sin mediar ningún dios ni ninguna muerte.