Cuestiones y respuestas

Sobre las colecciones de libros publicadas durante la gestión de Juan Manuel Guillén

En su penúltima columna de la edición regional del diario “El Comercio” José Gabriel Valdivia, profesor de la Escuela de Literatura de la UNSA, como yo, ha escrito sobre “Políticas editoriales públicas” para referirse no al tema general que anuncia sino solo a ciertos aspectos de la pasada gestión de Juan Manuel Guillén Benavides en el gobierno regional.

No hace falta hacer defensa de Guillén ni de su labor en el ámbito cultural, menos de la parte mínima que me cupo en un par de sus proyectos, para señalar en dicho artículo los yerros de José Gabriel Valdivia en campos de la argumentación, en los que se supone que es un profesional.

En primer lugar, su artículo, como de costumbre, es de lectura dificultosa por su redacción confusa y llena de implícitos que solo funcionan para el autor.

¿A qué documentos se refiere como “un artículo periodístico” o “una publicación memoria”?, es importante saberlo porque los extractos que ofrece no permiten contextualizar los comentarios debido a la redacción embromada de Valdivia. Un ejemplo: “Del evento destaqué, la omisión de varias publicaciones que he leído, conozco y han demandado explicaciones fehacientes, no justificaciones. Es el caso de la realizada por la pequeña empresa editorial limeña, Estruendomudo” (bajo el subtítulo “Controversia. Se omitieron nombres de participantes”). La primera oración tiene dos sujetos, no se sabe cómo el segundo “han demandado”. Tampoco cuáles son los nombres omitidos. Otro ejemplo: “se afirma con categórica firmeza”. Será su licencia poética.

Se contradice. De una parte informa que durante el gobierno de Juan Manuel Guillén se han publicado 180 000 ejemplares de la Biblioteca Juvenil Arequipa y 50 000 ejemplares de la Biblioteca Infantil (eso no le parece mal), mientras que por otro lado “denuncia las malevas políticas culturales”.

Oculta. No dice que esos libros han sido entregados por las UGEL a los colegios públicos para uso de todos los estudiantes de la región.

Tergiversa. No ha sido con dinero de “la sociedad, que contribuye con impuestos…” que se imprimieron esos libros sino con fondos de la Asociación Cerro Verde. La minera, miembro principal de la Asociación, como cualquier empresa del mercado tiene mecanismos administrativos para controlar sus inversiones y ellos son mucho más exactos y seguros que los estatales, sin duda. Ya invirtió el 2010 en la Biblioteca Juvenil Arequipa y contra lo insinuado un par de veces por el articulista no ha denunciado ningún robo ni despilfarro, por lo contrario, ha repetido la experiencia con la Biblioteca Infantil.

Insinúa, no da razones y menos ofrece prueba alguna. Mezcla, al modo del periodismo amarillo fujimorista, el condicional y el rumor de que “la Contraloría se encontraría con muchas sorpresas que ya varios medios de comunicación anunciaron”. Insinúa dolo de Guillén, no afirma nada, rumorea sin el estilo de un académico.

Pero como es profesor nombra en su artículo a la sociología francesa de la lectura para callar así al anónimo “autor de la memoria” que “no sabe”. Se refiere posiblemente a los trabajos de los años setenta del siglo pasado realizados por Robert Escarpit, cuestionados de inmediato por Barthes, Foucault y otros teóricos del Análisis del discurso para quienes el texto se debe estudiar en tres aspectos interrelacionados: la producción, la distribución y el consumo. Los últimos trabajos de Sociología de la lectura —Poulain, Chartier, Lahire y otros— investigan los nuevos medios virtuales, la lectura en pantalla y sus efectos; no las Bibliotecas.

Resta la “denominada” (así escribe el autor) Biblioteca Arequipa. ¿Por qué no dice francamente con cuál de los libros publicados está disconforme (si acaso hay que pedirle permiso)? ¿María Nieves y Bustamante, José Ruiz Rosas, Aníbal Portocarrero, Eusebio Quiroz Paz-Soldán, Oswaldo Chanove? Le molesta “su formato de lujo” e ignora que todos esos libros ya salieron en formato comercial de fácil adquisición en su momento; y calla que los publicados por el GRA no son venales, se obsequian a las Bibliotecas públicas. Los pocos ejemplares que se puede hallar en librerías no son propiedad del Gobierno Regional sino de los autores que los recibieron como pago de sus derechos. Basta consultar al librero.

Es extraño, por decir lo menos, que José Gabriel Valdivia elogie “los grandes proyectos culturales” (debemos leer: editoriales) de Vladimiro Bermejo y Luis Nieto de mediados del siglo pasado; y que en las redes replique al profesor Goyo Torres por alegrase de que la Plaza de Armas de Arequipa sea ocupada por el Festival del Libro, diciéndole que eso es “decimonónico”. Frente a Torres se asume representante de “la posmodernidad y el neoliberalismo”; y al contrario, frente a las ediciones siglo XXI del GRA prefiere mostrarse tradicionalista y conservador. Es inconsecuente.

Pero como siempre hay un esquema debajo de las incoherencias y regiones obscuras de un texto, podemos sugerir aquí un análisis de “Políticas editoriales públicas”. Bastan rudimentos de un cuadrado semiótico para notar el sistema de valores que aplica su autor: lo que hizo Juan Manuel Guillén estuvo mal (“ejemplo a no seguir”), lo que hice yo (JGV) en mi paso por el proyecto editorial UNSA Libros estuvo bien; de hecho, fue la única vez que “concordamos” Guillén y yo. ¿Cómo hubiera estado “bien” lo hecho “mal” por Guillén en la región?: recorrido narrativo canónico: ¡si yo hubiera participado en el proyecto! Esta potencia que el autor se atribuye la refuerza con su investidura de “la poesía” que “nunca miente” y que “denuncia las malevas políticas culturales”.

Bien visto, el artículo es uno más de los Pedidos de Reconocimiento que los personajes trágicos lanzan cuando son abrumados por el mundo. Una pena.

 

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