Autor de “El amo del corral”
Ascensión
En mayo de 2005, en Lancaster, Pennsylvania, se suicidó el escritor Tristán Egolf. Hijo de un corresponsal del “National Review” y de una pintora, ambos norteamericanos, Tristán nació en Madrid de casualidad, en 1971.
Vivió en Washington con su madre y en un pueblo de Indiana con su padre. Dejó la universidad, formó un grupo musical punk y viajó a París con su primera novela (rechazada por buen número de editoriales norteamericanas). Allí, devenido en músico callejero, conoció a la hija del escritor Patrick Modiano, quien logró que Gallimard editase su opus magna en 1998. Las posteriores ediciones británicas y norteamericanas de “El Amo del Corral” confirmaron su éxito: Egolf fue comparado con su admirado John Kennedy Toole, con William Faulkner, John Steinbeck y demás notorios letraheridos.
John Kaltenbrummer, el niño huérfano amo del corral, promueve una huelga de basureros en una América profunda con siniestras granjas avícolas -en vez de prados soleados- e inmigrantes ilegales -en vez de rubicundos granjeros con overall-. Un obra vital y aguda, donde el detritus moral y físico campa por sus respetos.
Y Caída
Según la crítica, su segunda novela, “La Chica y el Violín” no estaba a la altura. Tantas y tan negativas críticas incidieron en la depresión del último año de vida del brillante Tristán.
Deprimido e hiperactivo, regresó a su país y fue detenido por participar con Smoketown Six -activistas antibélicos- en una protesta anti Bush con desnudo incluído -a su muerte, pendiente de juicio. Un disco con su banda “Doomed to Obscurity”, una ópera rock con el sonado Iggy Pop, el guión cinematográfico de “El Amo del Corral”, Kornwolf -su tercera novela-un hombre lobo entre los amish, editada en 2006 -y la crianza de su hija ocupaban su tiempo hasta que se disparó en la sien, a los 33 años.
“La chica y el violín” (Mondadori, 2004), narra las peripecias de Charlie Evans, un violinista mestizo hastiado de humillaciones y entresijos del gremio, devenido en cazador de ratas de cloaca. Una chica millonaria rescata al singular ceniciento. La crítica denostó el estereotipo, homenaje a la chica Modiano. De bien nacido es ser agradecido, y Egolf lo era. Su infravalorada novela, escrita por un auténtico marginal aún no arruinado por la marginalidad circundante, con cierto inestimable candor juvenil, a veces desopilante, casi siempre aguda e hilarante, merece ser leída. Charlie (alter ego-lfiano) sentencia: “El momento menos turbulento del día seguía siendo, por alguna razón, un delito social”.
Ante Greetz, su estólido y repulsivo compadre y otros zafados de vida alternativa, el buen Charlie, como nos, se pregunta: “¿de dónde había salido ese lugar, esa gente?”
Que el violinista mestizo cazarratas declare: “por desgracia, allí se acabaron las esperanzas” acabaría siendo una declaración de intenciones del honesto y talentoso Tristán.