RIP

Homenaje ante la tumba de GGM

UNO

Cuando compré en 1968 mi primer “Cien años de soledad” yo andaba por la veintena. Era un lector voraz, tenía tiempo y fuerza; pero nunca me había sucedido lo que con este libro. Empecé a leerlo y no pude detenerme, ni para comer, ni para dormir, ni para asearme. Un día después, alucinado por tantas imágenes sugerentes, intensas, vívidas y fantásticas acabé rendido. Descansé un poco, comí algo, y volví a empezar el libro. Tardé tres días esta vez.

Cuando terminé salí de mi habitación, busqué al mejor de mis amigos y le dije desesperado:

—¡Tienes que leer este libro!

DOS

Hace diez años se nos ocurrió, a los amigos de “Apóstrofe”, hace una encuesta entre narradores, profesores de literatura, críticos y lectores conocidos para ver cuál era la novela favorita de todos ellos.

Hecha la estadística, la primera de la lista resultó “Cien años de soledad”. 35 de 50 consultados la eligieron de lejos la mejor. La segunda fue “Pedro Páramo” con 21 y la tercera “Conversación en La Catedral” con 17.

Entre los votantes estuvieron Carlos García Bedoya, Tomás Escajadillo, Rocío Silva Santisteban, Óscar Quezada,  Guillermo Nugent, Marco Martos, Oswaldo Chanove, Pablo Quintanilla, Fernando Rivera, Oswaldo Reynoso, Goyo Torres, Luis Nieto Degregori, Carlos Eduardo Zavaleta, Miguel Gutiérrez y otros.

Pero la nuestra no fue una novedad, confirmaba las encuestas de la revista “Somos” (entre miles de lectores peruanos), la de Hueso Húmero y las varias de revistas literarias de la época. Todas coincidieron en elegir a la fabulosa historia de los Buendía.

“Cien años…” está en la lista de las cien mejores novelas de todos los tiempos hecha mediante encuesta universal por los diarios “El mundo” de España y “Le Monde” de Francia. En 2007 el IV Congreso Internacional de la Lengua Española la catalogó como una de las obras más importantes escritas nunca en nuestro idioma. Está traducida a 35 idiomas y los noruegos la declararon uno de los diez mejores libros que han leído en su vida.

TRES

Mi Taller de Escritura Creativa en la Unsa empieza todos los años con la lectura de “Cien años de soledad”. Creo que ningún profesional es respetable si no lo ha leído este libro. El segundo que doy a leer es “Sartoris”, de William Faulkner.

Salvo algún distraído, todos encuentran el parecido entre las dos novelas: la historia de una familia a lo largo de varias generaciones, una matrona respetable que los rige, unos nombres que se repiten, una ciudad inventada, un grupo de hombres aventurados e irresponsables, oraciones largas con dos y tres adjetivos brillantes juntos, idas y venidas en el tiempo del relato, etc.

Sin embargo, en mi opinión la Gabriel García Márquez supera a la de Faulkner en la que se inspiró. “Cien años de soledad” alcanza el rango de lo mítico, de lo universal, de lo imperecedero.

La mejor novela de Faulkner es “Luz de agosto”.

He podido comprobar en mi experiencia con el Taller que en los cinco últimos años casi ninguno de mis alumnos leyó la novela de García Márquez antes de ingresar a la Escuela de Literatura. Este año la habían leído solo dos; hace veinte años fueron casi todos. Se puede sacar conclusiones.

CUATRO

Siempre he creído que el mejor cuento de García Márquez es “El rastro de tu sangre en la nieve”, uno de los “Doce cuentos peregrinos”. Cuando pidieron mi consejo para escribir el Cuestionario del Examen de Ingreso a mi universidad lo puse como una lectura obligada y es probable que durante esos años miles de jóvenes del sur del país lo leyeran.

Pero García Márquez era de otra opinión. Leí en una entrevista que para él su mejor relato breve era “Un señor muy viejo con una alas enormes”, y lo mismo repitió durante varios años. Hasta que un día, mientras esperaba mi turno en la sala de un dentista tomé de la mesita una deshojada revista “Visión”, y hallé en ella la entrevista que le concedió a un sobrino suyo en Colombia. A la pregunta consabida ¿Y cuál crees que es tu mejor cuento?, respondió algo así como “Yo siempre creí que era “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, pero ahora pienso que es “El rastro de tu sangre sobre la nieve”.

—Vaya —dije en voz alta, ante el asombro de los presentes—, ¡por fin te diste cuenta!

CINCO

A propósito de “Cien años de soledad”, leí en otra entrevista esto:

“¿Cómo hubiera sido Cien años de soledad escrito con una computadora?

Probablemente hubiera sido más larga porque la hubiese escrito en menos tiempo. Es decir: yo eliminé una generación entera porque no tenía plata. Me di cuenta de que no podía soportar por más tiempo con ese libro porque la casa se me estaba viniendo abajo. Mercedes, mi mujer, estaba enloqueciendo: dieciocho meses sentado. Empeñamos hasta el carro, todo. Mi mujer, bueno, le debía hasta al cura y se había empeñado todo lo de la casa. Fue muy firme Mercedes. Mis amigos nos ayudaban mucho, pero todos eran pobres también. Entonces todo el mundo era joven y todo el mundo era pobre”.

Creo que en otra leí esto:

“Cuando le pedí a mi mujer el dinero para mandar el sobre al concurso, tuvo que empeñar lo último que quedaba en la casa, y me dio el dinero muy encabronada; me dijo “¡Ojala que valga la pena!”.

SEIS

Quiero citar dos cosas que declaró sobre el periodismo:

“Cada día nos olvidamos más de la ética. Las escuelas de periodismo enseñan todo lo que tiene que ver con el periodismo, menos el oficio. El reportaje, que es el género que amo, ha sido degenerado a la entrevista. El reportaje es la reconstrucción de un hecho tal y como sucedió en todos sus detalles. Y eso es cada vez menos frecuente en el periodismo: cada vez hay menos reportajes y reporteros en Latinoamérica”.

“Los periódicos han priorizado el equipamiento material e industrial, pero han invertido muy poco en la formación de los periodistas. La calidad de la noticia se ha perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia. A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. En otros casos, se le pide al periodista que escriba un reportaje y luego llega una publicidad y el reportaje se ve reducido a una columna. Lo que creo es que debemos volver a la vieja manera del oficio. Eso es lo que tratamos de meterles en la cabeza a los periodistas que van a Cartagena. Llevamos a periodistas de mucha trayectoria para que les hablen a los jóvenes desde su experiencia directa en los medios. La ética y el oficio son los ingredientes principales”.

SIETE

Vista tanta cursilería que se ha escrito a raíz de su muerte, habría que añadir un apócrifo a su frase “Me he negado a convertirme en un espectáculo, detesto la televisión”: “detesto sobre todo al Facebook”.

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