Irreductible galo

 

Leo Malet, servidor.

En el género de la novela negra francesa Léo Malet es uno de los autores fundamentales -y fundacionales -.

Nacido en Montpellier en 1909, su situación de temprana orfandad le llevó a buscar otros horizontes en París. Sus novelas resultan genuinas por sus experiencias callejeras. Malet ejerció disímiles oficios con fines alimenticios: fue albañil, trabajó como extra en el cine y también fue picapedrero sin desdoro y/o cantante de cabaret (podría decirse que solo le faltó tocar las maracas). Tuvo, por si fuera poco, inquietudes intelectuales y su afán por alimentar su espíritu se evidenció en su participación en el movimiento surrealista, forjando amistad con Aragón, Bretón y Magritte. Incursionó en el mundo literario publicando un poemario. Cambió de rubro laboral y bajo distintos seudónimos escribió novelas populares.

Pero el reconocimiento unánime lo alcanzaría en el difícil año de 1942, con su nombre y el título “Calle de la estación 120”, la primera de una treintena de novelas protagonizadas por el ínclito y sin embargo sagaz y ocurrente detective Néstor Burma, propietario de la agencia Fiat Lux. Resulta evidente que Burma es el alter ego de Malet: anarquista en su juventud, aficionado a las pipas y las gabardinas y gran conocedor de la psique antropoide.

Malet dedicó esta novela a sus camaradas del campo de concentración alemán -donde principia la trama- y a su amigo Robert Desmond.

Narra en primera persona la vida en la Francia ocupada, recorrida por Burma para resolver el nexo entre las muertes de Bob Colomer, su ayudante y un prisionero de los alemanes amnésico. Es una ilustrativa crónica de la vida cotidiana: “interrumpí súbitamente la masticación de un filete ilegal que, sin duda por ese motivo, era duro como una suela”. Entre salvoconductos, apaches y bebidas sintéticas (?!) oscila el final.

“Niebla en el puente de Tolbiac” es considerada su obra maestra. Transcurre en los años 50, cuando un anciano ropavejero ácrata moribundo contacta con Burma, quien rememora su adolescencia acogido en una comuna donde fumar molesta, entre vegetarianos, legalistas, ilegalistas, canillitas, desempleados y pluriempleados,

Hurgando en el pasado resuelve el delito, en un final infeliz para el avezado narrador/detective. Fue adaptada por Jacques Tardí al cómic.

Malet inició en 1954 el proyecto de “Los nuevos misterios de París”, una veintena de novelas entre las que está su obra maestra de 1956.

El irreducible galo feneció el día de su 87avo natalicio.

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