Por: Raúl Romero Flores
- Hace algunos días conversaba con un amigo sobre la conveniencia de escribir a mano. Él me comentaba que esta práctica contribuía al aprendizaje y a la creatividad de los niños y las niñas, pero que, debido a la propagación de los teclados y las clases virtuales, estaba quedando en desuso.
- En una entrevista a la neurocientífica noruega Audrey van der Meer, esta hacía notar que muchas escuelas de su país eran ahora “completamente digitales”, a pesar de que las evidencias científicas habían demostrado que el cerebro es mucho más activo cuando se escribe manualmente (o se dibuja) que cuando se redacta en un teclado.
- En el 2013, el filósofo francés Michel Serres afirmaba que las nuevas generaciones no solo eran distintas a las anteriores, sino que prácticamente contaban con otra cabeza. Por ejemplo, sostenía Serres, ellos ya no utilizan un lápiz o un bolígrafo para escribir, sino que se valen únicamente de sus celulares y de sus entrenados pulgares (de allí el título de su libro: “Pulgarcita”).
- Hace pocos años, la educación finlandesa, reconocida por sus estupendos resultados a nivel internacional, dejó de lado la tradicional letra corrida y puso énfasis al uso de los teclados y a la caligrafía de imprenta. «Se considera poco práctico aprender una letra que luego deja de usarse, ya que su utilización se circunscribe casi en exclusiva al ámbito escolar», aseguraron los responsables educativos de Finlandia.
¿Dejaremos de escribir a mano? A pesar de la ubicuidad de los teclados, posiblemente no. Aún existen textos, como los apuntes personales o las listas del mercado, que algunos prefieren escribir manualmente. Lo que sí se perderá es la conciencia de la escritura como arte. En la medida que la educación persiga únicamente fines prácticos, la belleza de las letras será olvidada.