Por Fátima Carrasco
Gertrude Simmons Bonnin fue una escritora sui generis por diversas causas, en parte narradas en su obra más conocida: “Recuerdos de una India Sioux”.
Nacida en 1876 con el nombre de Zitkala-Sa (Pájaro Rojo en idioma dakota) creció en una reserva sioux: “Esta libertad y energía eran el orgullo de mi madre, que me enseñó que lo único que debía temer era molestar al prójimo”. Su feliz infancia terminó un mes de marzo, cuando tenía ocho años. Pájaro Rojo, motu proprio, decidió irse con unos misioneros que trasladaban niños de las reservas a internados del Este con el fin de según ellos civilizarlos —pavimentarles la naturalidad, a todos los efectos, más bien-.
Su madre respetó su decisión, más resignada que convencida y así la niña llegó a lo que ella hasta entonces llamaba La Tierra de las Manzanas Rojas, una abstracción infantil materializada en un internado con lamentables métodos ¿educativos?, a lo Jane Eyre.
Huelga decir que Pájaro Rojo lamentó su decisión la misma noche de la llegada a su gélida —en todos los aspectos— nueva morada. Aquejada del Síndrome de Ulises —“Me pareció hallarme suspendida sobre el corazón del caos, más allá del influjo o la voz de la ayuda humana”— tuvo que afrontar grandes pérdidas y aprender un idioma y una manera de vivir distintas: “Era casi imposible saltarse la disciplina de hierro una vez que la máquina civilizadora había empezado su tarea diaria”.
A pesar de todo y de todos, Pájaro Rojo fue una alumna brillante que ganó además reñidas competiciones de oratoria. Su éxito no sirvió para que olvidase el menosprecio y las burlas de algunos de sus compañeros de estudios— “La melancolía de ésos negros días dejó en mí una sombra tan extensa que oscureció el camino de los años futuros”.
Estudió Magisterio y ejerció su profesión durante un tiempo en una reserva del oeste. En un ambiente de discriminación y corrupción, pronto se desengañó: “Cuando vi a un fumador de opio ejerciendo de maestro de indios, no entendí qué de bueno se podía esperar de ello hasta que un mando cristiano me contestó que ésa criatura color calabaza tenía una pobre mujer a la que mantener. Un rostro pálido borracho ejercía de médico mientras que los pacientes indios acababan sus padecimientos en la tumba debido a que la buena mujer del individuo dependía de él para el sustento diario”.
Estas y otras estampas de su proceso educativo fueron publicadas en Athlantic Monthly y son la base de “Recuerdos…”, en los que además figuran historias trágicas como “El Sioux de Corazón Blando”, con las que logró prestigio literario.
En 1902 se casó con Raymond Bonnin, otro nativo americano y desarrolló su trayectoria de activista social. Hasta su muerte, en 1938, presidió el Consejo Nacional de Indios Americanos. A través de sus textos políticos, denunció la situación de sus congéneres y los problemas indoamericanos.
Pero además recopiló las antiguas leyendas sioux que durante su infancia solía escuchar, muchas de ellas protagonizadas por Iktomin, un duende-araña con vestimenta dakota, un peculiar antihéroe a quien la autora describe como “un inútil, no puede hacer amigos y nadie le ayuda cuando tiene un problema”. Iktomi transita por páginas de sutil humor y poesía con tortugas, tejones, sapos, águilas, coyotes, conejos y/o calaveras de búfalos. Una variada fauna que encantó a Hellen Keller, fan de Pájaro Rojo, quien además escribió poemas y colaboró con William Hanson en la “Opera de la Danza del Sol”.