Por: Raúl Romero
Finalmente encontré una antología económica de los ensayos de Michel de Montaigne, filósofo y humanista francés del siglo XVI. Leer la belleza, el humor y la erudición con que construye sus argumentos, ha despertado en mí una disposición permanente para el deslumbramiento. Entre las reflexiones que más me han atraído, no puedo dejar de mencionar su postura acerca de la fragilidad humana.
En estos tiempos, donde prolifera el imperativo del éxito y la felicidad vacía de la autoayuda, donde nos han convencido de que el ser humano es capaz de todo, resulta grato encontrar una voz que nos recuerda lo débiles y quebradizos que somos.
Dice Montaigne: “En vano Lucrecio filosofa y se eleva sobre las miserias humanas, pues basta un filtro amoroso para convertirlo en un loco insensato. Los efectos de una apoplejía alcanzan lo mismo a Sócrates que a cualquier mozo. Algunos olvidaron hasta su propio nombre a causa de una enfermedad terrible; una leve herida bastó para dar al traste con la razón de otros. Aunque admitamos en el hombre la mayor suma de prudencia, no por ello dejará de ser hombre, es decir, el más caduco, el más miserable y el más insignificante de los seres”.