Despedidos

¿Es usted realmente competitivo?

Llega un correo a la cuenta corporativa de Juan. El “Día de Confraternidad” se celebrará en un local campestre el domingo después de Navidad.  Un segundo correo de la Oficina de Recursos Humanos le  informa que integrará el equipo de los Leones. En “el día de Confraternidad” competirán contra lo Cobras y los Osos. El gerente de finanzas será su nuevo jefe.

El miércoles después del trabajo, Juan asiste a la reunión de los Leones. Acuerdan quien presentará el número central. Las mujeres están entusiasmadas y deciden que harán un recuento musical. Iniciarán bailando Grease y culminarán con el Baile del Toto. El jefe de los Leones pide elegir entre el Rey León o Alex de Madagascar para la mascota del desfile. Pierde el Rey León todos opinan que está pasado de moda.

Por último practican el juego del elástico. Forman una columna. Cada uno debe ponerse un elástico por la cabeza, sacarlo por los pies y pasar el elástico al compañero de atrás. Juan siente vergüenza y trata de mostrar su falta de entusiasmo. El elástico se enreda en la curva de su raquítica espalda. Lo abuchean y  sus compañeros deciden ponerlo al inicio de la columna para prevenir accidentes.

Se ven entusiastas, pero es el miedo el que impulsa la euforia. El miedo político a parecer menos proactivo que otros colegas y padecer el desamparo de un despido. En la última década del siglo XX, antes de las crisis financieras y los despidos masivos, Zygmunt Bauman declaró que solo el 20% de la fuerza laboral del planeta era necesaria para mover el sistema. El 80% padecerá el miedo al desempleo y estará dispuesto a hacer casi todo por conservar un trabajo, porque en un mundo así nadie es insustituible.

Corey Robin describe como en Estados Unidos no solo coexisten el miedo al terrorismo y al desastre natural. Invade a los trabajadores de cuello blanco el cotidiano terror “que siente el desposeído frente al poderoso” y estos son obligados (algunos sin saberlo y eso es lo peor) a afrontar dinámicas de supuesta exaltación del individuo y de la competitividad. En Nynex después de una reducción laboral se realizó un retiro de tres días para los empleados de mando medio. El motivador hizo que los trabajadores buscaran distintas formas de brincar para demostrar su creatividad. En otra compañía se les dio a los oficinistas pistolas de agua para que se dispararan mutuamente en busca de un paradójico “yo juguetón”.

Es el Día de la Confraternidad, aquí no hay motivadores ni psicólogos profesionales. La empresa de Juan contrató a dos animadores de eventos. Juan piensa que quizá alguna vez vio a la chica del micrófono animando un evento para niños, no lo sabe con seguridad. Durante el desfile la mujer instó a los empleados a dar muchos hurras por la empresa y le preguntó a una de las secretarias de contabilidad qué tanto quería a su jefe, mientras sus compañeros reían.

Juan trata de mostrase serio y lejano cada vez que es elegido para participar en nombre de los Leones. De pronto es detectado, el animador advierte con voz amable: “Este evento está siendo filmado, aquí vemos realmente quién es competitivo”. Juan se pregunta si la dignidad tiene algún espacio en aquella campiña soleada que acoge a tantos empleados eufóricos y aterrorizados.

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